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Lola Salvador Maldonado | Escritora y guionista de cine y televisión. Premio Nacional de Cinematografía

"Tras la Transición nos echamos a dormir"

"La Administración de este país no sé de qué siglo es, pero es de un siglo que debemos olvidar: es un sistema pesado, ineficaz, malvado, malo incluso para la gente que trabaja ahí; hace falta reformarla"

Lola Salvador, en el puerto deportivo de Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

"Lo que ha pasado en Barcelona me parece tristísimo. Una nueva forma de guerra absolutamente deplorable. Tenemos que entender ese fenómeno y ver qué se puede hacer". La reflexión es de Lola Salvador Maldonado, Premio Nacional de Cinematografía y una de las guionistas de referencia en el último medio siglo de cine español. Aunque nacida en Barcelona, Salvador ha pasado toda la vida en Madrid. Eso, cuando no estaba de rodaje o investigando para un guión, que ha sido la mayor parte del tiempo. Acudió a Asturias para dar el pregón de la fiesta de Vega, en Gijón, aunque de acuerdo con la organización decidió anular el acto en señal de respeto por las víctimas del atentado. Pese a todo, agradece poder pasar unos días en Asturias, donde tiene numerosos amigos.

- Hábleme un poco de sus conexiones con Asturias.

-Primero está la de la amistad, que es la más poderosa. Tengo muchísimos amigos, mucha relación con Carmen Suárez y su familia. Y también con la Universidad de Oviedo, donde he hecho varios cursos. Después he intervenido en dos películas que se han producido aquí, tanto "La torre de Suso" como "Para qué sirve un oso", ambas de Tom Fernández. Yo era la productora ejecutiva. Y la más personal, que es también la más absurda. Yo no conocí a mi abuelo, ya había fallecido cuando nací. Pues se hizo "El olivar de Atocha", que escribí como una saga familiar, y Nacho Martínez hizo de mi abuelo. Yo le llamaba así, "abuelo", y él me llamaba "nieta". Y por eso siempre digo que mi abuelo era asturiano.

- Tom Fernández está ahora por Canadá, ¿no?

-Sí. Como lo único que hace es irse al monte, como una cabra, pues le debe de parecer que en Canadá tiene bastante monte. Le tengo mucho aprecio, salió de ese primer taller que hicimos en la Universidad de Oviedo, como Julio Rodríguez, el poeta, y Sergio G. Sánchez, que han seguido vinculados al cine.

- Sánchez se estrena ahora como director, de hecho.

-Sí, leí otro el día que iba al Festival de San Sebastián. Está encantado, porque le costó mucho montar la película. Es una maravilla de escritor, de cineasta y de persona. A Sergio lo adoro.

- Lleva usted muchos kilómetros en el mundo del cine.

-Pues sí. Voy a cumplir 78 tacos, y empecé como con 20. Creo que ya van a ser cerca de sesenta años en el mundo de la ficción, el cine, el teatro... Si lo pienso, paso más horas viviendo en historias fuera de la realidad, en un universo de ficción, que en la propia realidad.

- Su trabajo tuvo un impacto ya desde bien joven, con guiones como el de "El crimen de Cuenca".

-Bueno, antes de "El crimen..." también tuve un trabajo que causó revuelo: "Juan Soldado", en los tiempos de la segunda cadena. Era la prehistoria aquello, estábamos todos los modernillos en aquella segunda cadena, que fue en la que se empezaron a forzar los tabús y la censura. Y la primera cosa, con un sentido ya profesional de guionista, que hice fue "Juan Soldado", que me parece una de las cosas más interesantes de Fernando Fernán Gómez. Coincidió que lo llevamos al Festival de Praga y hubo unos líos terribles con una película sueca. España se retiraba si no retiraban la sueca. "Juan Soldado" ganó el premio del festival, pero luego Televisión Española no la estrenaba, y cuando lo hizo le quitó dos secuencias por decisión de los militares... Fue todo un escándalo.

- Choca que "El crimen de Cuenca" tuviera ese escándalo ya en democracia.

-Claro. Fue "la película prohibida".

- La única, ¿no?

-En realidad hay otra, pero es un documental: "Rocío". Hablaba del Rocío y también de gentes, vinculándolo todo al franquismo, y se prohibió, le quitaron secuencias... de todo. Y "El crimen de Cuenca" era una ficción, pero era un caso claro de torturas, que era un tema que estaba sobre la mesa. Era un caso real, de cómo se condenó a unos por matar a otro que en realidad estaba vivo y que reapareció años después. Pero todo ese escándalo que causó fue por una torpeza, básicamente. Todo el mundo pensaba que era una tontería aquella prohibición cuando era un caso basado en la realidad, y de una realidad que era la de principios de siglo. Lo que sí respondía era a un momento de transición en el país.

- ¿Usted y Pilar Miró notaron presión?

-Uy, sí. A mí me querían matar en la Feria del Libro, cuando pasaron por allí unos fachas. La famosa Transición, ahora tan cuestionada.

- ¿Le da pena que se cuestione la Transición cuando hubo que luchar tanto?

-Es lógico que se cuestione. La Transición parece que se hizo, que se vivió y que ya estaba todo hecho, y nos echamos todos a dormir pensando que en este país funciona todo. Y unos años después nos damos cuenta de que no funcionan las cosas. Nos echamos a dormir y no nos enteramos que estábamos dejando la gobernanza de este país en lo peor de cada casa. Por eso sí me parece lógico que se cuestione la Transición, y que se cuestione todo todos los días. Y no echarnos a dormir.

- Volviendo a "El crimen de Cuenca", en el ojo del huracán estaban dos mujeres, Pilar Miró y usted.

-Sí, bueno. Pilar estaba en el centro cuando saltó todo ese lío. El origen de todo estaba en el mundo militar: cuatro militares que debían ser medio lelos vieron la película y montaron un cristo porque decían que atentaba contra la seguridad del Estado. Y eso a la película, cuando se consiguió estrenar, le vino muy bien, porque además era una película muy eficaz. Había una enorme curiosidad por verla, y recuerdo que se estrenó con las "lecheras" de la Policía en la puerta de los cines. Y eso que no pasaba nada, era una historia real y una película que quizá no sea una gran película, pero sí una película solvente.

- ¿No le parece una gran película?

-No sé, no es Orson Welles. Me parece mejor la historia, que es espectacular y me parece muy buena.

- ¿Cómo llegó usted a la historia?

-La conocí por casualidad, y pensé que era una historia increíble para tratar el tema de la tortura. Nació de un congreso al que yo iba de Amnistía Internacional, con unos médicos amigos a los que hacía de intérprete con el inglés. Y allí estaban los médicos hablando de la tortura, que era un tema que estaba en la cabeza de todos. Y cuando descubrí el caso, pensé: "Adiós, qué historia tan buena para tratar el tema de la tortura". Porque es la historia de unos pobres a los que, a base de torturarles, se les acaba condenando por un crimen que no cometieron.

- Que el tema era pertinente lo demuestra la reacción que hubo.

-Yo creo que sí, que tuvo que ver con hablar de cosas de las que no se habían hablado. Y en ese momento, como decían los informes de Amnistía Internacional, en España se torturaba.

- ¿Cuánto tiempo estuvo usted investigando el caso?

-Como dos años. Me llamaba la atención, hablando con los testigos, lo bien que lo contaban, lo bien que entendían esto. Había uno, "El Pajarito", que decía: "El castigo aturde mucho a la persona".

- Cuando se estrenó, tras dos años de secuestro, la película recaudó como 460 millones de pesetas de la época, que era una barbaridad.

-No me acuerdo de las cifras, pero sí, fue de las películas que despertaron mayor interés en aquella época. Y yo creo que por las dos cosas, por el tema y por el escándalo. Recuerdo que cuando se prohibió la película, iba de Madrid a Barcelona, con el puente aéreo, y todo el mundo estaba hablando de la prohibición, de las preguntas en el Parlamento?

- ¿Había temor a que volviera la censura?

-No, yo creo que no. Es que era un caso militar, no se tomó como un caso de censura. Los militares dijeron que no se podía estrenar porque atentaba contra la Seguridad del Estado. Y procesaron a Pilar (Miró), pero luego quedó todo en agua de borrajas. Es parte de todos esos primeros años de la Transición, y es también lo que le da un protagonismo mayor.

- Hablaba antes de Fernán Gómez, y unos pocos años después le adaptó usted para Jaime Chávarri "Las bicicletas son para el verano".

-Jaime era de ese mismo grupo en el que yo empecé. Y Fernando era un referente para toda nuestra generación. Pero es que además yo era muy amiga de Fernando y de Emma Cohen.

- A Fernán Gómez parece que, al menos a nivel académico, se le valora más en su faceta de director que hace unos años.

-No para nosotros: siempre le consideramos un grande absoluto. Igual que Berlanga, igual que (Juan Antonio) Bardem... Y tenía esta triple faceta, porque además era un escritor espléndido y actor inconmensurable. Un talento juega en contra del otro, porque era tan gran actor que se le valoraba más por eso. Pero además era un tipo maravilloso. Una persona divertida, graciosa, buen conversador? genial. Yo creo que eso es lo bueno de haber trabajado estos miles de años, que te haces mayor y piensas: "¡Ostras, qué suerte he tenido, de haber trabajado con esta gente y haber vivido todo esto!".

- ¿Con qué faceta de Fernán Gómez se queda?

-Yo, si pienso en Fernando, lo primero que me viene es el teatro: viendo "Un enemigo del pueblo", y con todos los que estamos en el teatro puestos en pie y gritándole "¡Monstruo, monstruo, monstruo!". Y que esa persona haya sido tu amiga durante muchos años, hayas trabajado con él y te hayas quedado dormida en la alfombra mientras ellos jugaban al mus?

- Actualmente colabora con el Ayuntamiento de Madrid en temas vinculados al cine. ¿Es difícil lidiar con la Administración?

-No es que sea difícil, es que es imposible. Hay que cambiarla. Yo antes era muy tópica, en el sentido de "este país tiene que cambiar la ley de Educación". Pero ahora me parece tan importante como una nueva ley de Educación el que haya una reforma de la Administración. Porque la Administración de este país no sé de qué siglo es, pero desde luego es de un siglo que deberíamos olvidar. Porque es un sistema pesado, ineficaz, malvado, malo incluso para la gente que trabaja ahí. Es un horror la Administración pública. Y además hay demasiada gente queriendo pertenecer a la Administración pública.

- La gente quiere acceder por los sueldos, la estabilidad laboral...

-Pero es malo para el cerebro, a la gente los notas que son todos gente desgraciada, que acaban mal de la cabeza. Y para el país es una sangría, esa Administración pública tan absolutamente ineficaz. Para mí ha sido un shock, es una pesadilla. Y al mismo tiempo te dices: "Vamos a intentar conseguir algo a pesar de todo".

- No tiene nada que ver con el funcionamiento de un rodaje.

-Es que el cine es todo lo contrario, es una cosa eficaz en la que no se andan con tonterías. El cine y la televisión. Tienes un presupuesto, consigues a los mejores equipos y los haces en un tiempo. Y ahí poca tontería. Y entrar en un mundo de intrigas y de Administración pública incomprensible es como entrar en el túnel del tiempo e irte al siglo XVIII.

- ¿Cómo ve la situación del cine español?

-Hay varias vertientes. Por un lado está el problema de la falta de apoyo del Gobierno del PP, que nos trata como al enemigo. Luego hay otra, terrorífica, que es la de la exhibición, porque hemos perdido muchas pantallas. La producción sigue más o menos igual desde la entrada de las cadenas de televisión privadas, que copan los presupuestos más grandes.

- Da la sensación de que vamos a otro modelo, con Netflix y plataformas similares.

-Pero lo malo es dónde lo ves, si eso lo vas a ver en el teléfono o en tu casa mientras te llaman por teléfono? Pero el fenómeno cinematográfico, o lo que puede ocurrir con la gran pantalla, de verlo todo en silencio, con una buena imagen, con un buen sonido y con esa cosa absurda de que todo sea más grande que tú, no tiene nada que ver.

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