Los hórreos asturianos no tienen quien los cuente y catalogue para protegerlos
No hay un censo de estos graneros, que son la estratigrafía de nuestra historia en los últimos seis siglos y testimonio por igual de nuestra inteligencia y desidia como sociedad
Juaco López Álvarez
En los primeros días del mes de octubre se celebraron en Candás las III Jornadas internacionales sobre "La cultura de los graneros elevados tradicionales". Intervinieron diferentes estudiosos de hórreos en Turquía, Austria, Suiza, Francia y Portugal. Todos ellos mencionaron repetidas veces la palabra "inventario" y mostraban en la pantalla cuadros muy precisos con el número de hórreos y su datación, así como cifras de los que están en uso o en desuso, los que tienen decoraciones, etc. A partir de esta información iban explicando las características y la situación actual de estas construcciones.
Esto me hizo pensar en Asturias. Uno de los lugares de Europa donde existe un mayor número de estas arquitecturas en madera que, además, son portadoras de una gran riqueza cultural e histórica por su antigüedad, evolución, decoraciones, dataciones, etcétera. Y donde, al contrario que en los países mencionados, no existe un inventario.
Por eso en Asturias las habituales preguntas que suele hacer cualquier curioso, tales como ¿cuantos hórreos hay?, ¿y paneras?, ¿cuántos hórreos existen del siglo XVI?, ¿y paneras del siglo XVII?, ¿y del XVIII?, ¿cuántos tienen decoraciones?, etcétera, no tienen respuesta clara.
Tampoco hay datos precisos sobre el uso de estas construcciones y su estado de conservación. Esta información no es para satisfacer la curiosidad de eruditos, investigadores o fanáticos del hórreo, no. Esta información es la herramienta imprescindible para llevar a cabo una política eficaz de protección y conservación de cualquier elemento del patrimonio cultural, en especial del patrimonio etnográfico que está integrado normalmente por bienes de propiedad particular y en uso.
La información del inventario es la que da luz para saber qué es lo que hay que hacer y qué se debe conservar, qué medidas hay que adoptar y qué decisiones hay que tomar para ser eficaz con el dinero público que se invierte en esta materia.
Desde hace más de cuarenta años se sabe que los hórreos y paneras de Asturias tienen un valor patrimonial muy diferente según su antigüedad, singularidad, decoraciones, autoría y otros criterios. No todos son iguales. Sin embargo, en todo este tiempo no se hizo un inventario unificado. Sí se han hecho catálogos de hórreos para los Planes Generales de Ordenación de los concejos. Pero se han hecho cada uno a su manera. Sin una ficha común. En muchos casos son meros listados o colecciones de fotografías, sin dataciones y en algunos ni siquiera se distingue si la construcción es hórreo o panera.
¿Cómo podemos estar así después de tantos años escribiendo, hablando y protegiendo el hórreo asturiano?
En 1973 se pusieron bajo la protección del Estado todos los hórreos de más de cien años, y su vigilancia y conservación se encomendó a los ayuntamientos.
En 1982 se creó la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias, que se suponía que venía a hacer más próxima la gestión política y a preocuparse más por nuestras cosas.
En 2001 se aprobó la Ley de Patrimonio Cultural de Asturias que establecía un plazo de diez años para llevar a cabo el inventario de hórreos, paneras y cabazos de Asturias.
Ninguna de estas tres medidas sirvieron para que se hiciese el inventario, que debería haber servido para trazar las líneas de la protección y conservación del hórreo.
A menudo esta incapacidad colectiva de los asturianos suele justificarse diciendo que no se hizo este inventario porque hay muchos hórreos, convirtiendo lo que es una virtud en un problema. En realidad, lo único que faltó fue voluntad y, sobre todo, planificación para hacerlo.
Mientras tanto, en la oscuridad, la administración pública asturiana ha basado su política de conservación en la convocatoria de subvenciones para ayudar a la reparación de hórreos. Convirtiendo en el todo lo que tendría que ser una parte de una política más amplia. Ya hace bastante tiempo que se sabe que esas ayudas no son la solución al futuro del hórreo.
La reflexión va más allá. El hórreo no es una construcción cualquiera en Asturias. A finales del siglo XVIII, Jovellanos lo describió y alabó por sus cualidades. Es un modelo exclusivo de Asturias, que desde la segunda mitad del siglo XIX se convirtió en una seña identidad del mundo rural y de toda la sociedad asturiana. Los emigrantes lo ensalzan y tratan como un monumento que los identifica con su tierra de origen.
Los hórreos que existen en Asturias son una estratigrafía de nuestra historia en los últimos seis siglos, son un testimonio de lo mejor de los asturianos y de lo peor, de nuestra inteligencia y buen hacer, y de nuestra desidia. El hórreo es un alter ego de la sociedad asturiana. Cuando se le conoce, se le estima y admira.
La gran contradicción es que, a pesar de todo esto, fuimos incapaces en cuarenta años de contarlos e inventariarlos para saber qué teníamos que hacer con ellos y, además, los estamos viendo desaparecer sin haberlos documentado convenientemente.
En este asunto, tan significativo y simbólico de nuestro patrimonio, ya llegó el momento de ponerse manos a la obra y encender la luz.
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