Langreo experimenta un desmedido apogeo económico y laboral debido a la industrialización entre finales del siglo XIX y principios del XX, proyectándose con eficacia un desarrollo urbanístico y estético -acorde con los tiempos y potencial dinerario- especialmente en Sama, que contaba con terrenos y huertas propicias para la expansión. Protagonista de la gesta fue el mandatario Antonio María Dorado, nacido en Riaño en 1830, de familia hidalga y noble linaje, sucesoras de las casas de Riaño y Buelga. Dorado era un estadista conservador, amigo y seguidor del político de origen asturiano Alejandro Pidal y Mon (Madrid 1846-1913), un abogado católico -llegó a contar con quince hijos- que fue diputado por Villaviciosa. Dorado explotaba minas propias y, a a la vez, era apoderado de «Carbones Santa Ana». Como político, primero fue concejal de Langreo y después alcalde. Rigió los designios del concejo en dos ocasiones, entre 1890 y 1901, y entre 1903 y 1909.

Durante su mandato se realizaron las obras de las carreteras de Pando y Sama. Ambas tuvieron un coste de 11.690 y 11.800 pesetas, respectivamente. A modo de comparación, un kilo de azúcar costaba entonces 1,35 pesetas, mientras que el de garbanzos alcanzaba las 0,35 pesetas. En 1893 se nombra como secretario de la Corporación langreana a Ángel Orviz y, al año siguiente, se proyecta la traída de aguas de La Felguera desde la fuente del Villar. Ese mismo ejercicio, «Duro y compañía» solicita modificar la calzada de La Formiguera a cambio de abonar -a medias con el Consistorio- los costes de la puesta en marcha de la Policía municipal. Tanto en 1986 como en 1987, el presupuesto del Ayuntamiento era de 220.470 pesetas. En esos años se urbanizó el pavimento de Sama y La Felguera (1896); se edificó el Teatro Vital Aza, instalándose las comunicaciones en base a la transmisión de la información a través de un conducto que transportaba corriente eléctrica; y se respalda -como centro turístico- el manantial de aguas sulfurosas en Lada, alrededor del cual se erigió un balneario que decayó por la crisis originada al término de la primera guerra mundial (1918).

El mercado de animales, ubicado inicialmente en la plaza de Los Nozalones, anexa a la iglesia, se traslada a la plaza del Molino (en la actualidad plaza del Riego) hasta la mitad del siglo XX. Más tarde, iría al solar que posteriormente ocupó el Cine Felgueroso y la «Casa de los Siete Pisos». Se instala el alcantarillado general, canalizando el río Nalón, con la construcción del excelente parque que hoy ostenta su apellido. También se rematan las obras de las instalaciones sanitarias, así como las escuelas graduadas y la enseñanza profesional (Artes y Oficios), la sala para sacrificios de reses y los mercados cubiertos. También nacen las asociaciones culturales y recreativas, como el Ateneo Obrero. La labor más importante de Dorado fue el intento de la denominada «Avenida Imposible», iniciada en la iglesia de Sama y en dirección a la estación de Renfe. Esta arteria alardea en la actualidad su apellido, al igual que el parque de Sama, con el traspiés en la plaza La Salve. En esta vía comenzaba en tiempos pretéritos el peregrinaje hacia El Carbayu, que atañía directamente con el fervor religioso y popular.

Fue antagonista -doctrinalmente- del republicano felguerino y también alcalde, Celestino Cabeza. Es de destacar la lucha sostenida entre los concejales designados en el distrito de Sama y los de La Felguera en la ocasión de edificar las plazas cubiertas en ambas villas, triunfando la idea de la segunda, alegando la mayor densidad de población. Como anécdota, se recuerda la ocasión en que Dorado prohibió la venta de carne en La Felguera, por lo que los vecinos se obligaban a comprarlo en Sama. De ahí, la cantidad y calidad de tablajeros que se forjaron y proliferaron en la capital del concejo. El Macelo Municipal (matadero) se edificó en terreno neutral, equidistante de las dos poblaciones.

A pesar de las pugnas habidas, Dorado fue un alcalde ejemplar, honrado, incondicional de la higiene, la limpieza, la cultura y los barrios modernos, amplios, con arboledas, a imitación de las grandes ciudades.