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El álbum de la marquesa de Castel Bravo

María Bernaldo de Quirós, fallecida a los 104 años, atesoró grandes recuerdos del palacio familiar de Riaño, donde pasaba largas temporadas y en el que reposan sus restos

María Bernaldo de Quirós, con su madre, hermanos y sobrinos, en Madrid, en las Navidades de 1963.

Marquesa de Castel Bravo y Dama de la Real Maestranza de Granada, tía de doce sobrinos que la adoraban y mujer culta apasionada de la lectura. Estas son las tres caras que tenía Doña María Bernaldo de Quirós y Alcalá Galiano, fallecida el pasado 15 de mayo a los 104 años de edad en Madrid. Vivía en la capital del país, pero pasaba largas temporadas en el palacio de Villa (Langreo). Era su lugar favorito, donde verdaderamente disfrutaba. El pasado martes fue enterrada en la capilla de la casona. Descansará allí por siempre.

María Bernaldo de Quirós y Alcalá Galiano nació del matrimonio de José María Bernaldo de Quirós y Muñoz (Mieres, 1871), marqués de Camposagrado, vizconde de la Dehesilla y primer marqués de Quirós; y Consuelo Alcalá Galiano y Osma, hija de los condes Casa Valencia. Fue la segunda de los hijos. Sin embargo, el primogénito de la familia, Iván Bernaldo de Quirós (vizconde de la Dehesilla), murió en el frente durante la Guerra Civil.

Fue un duro golpe del destino que María Bernaldo de Quirós supo afrontar. En las imágenes de su juventud aparece siempre con una sonrisa brillante. Huella, dicen sus familiares, de su jovialidad. Su hermana Galinda le dio seis sobrinos: Fernanda, Carlos (marqués de Valtierra), Jorge, Hugo, Galinda y Paz Espinosa de los Monteros y Bernaldo de Quirós. Su hermano, otros seis: Fátima (marquesa de la Isabela), Iván (marqués de Quirós), Cristina (condesa de Romilla), José María (conde Casa Valencia), Marta (vizcondesa de la Dehesilla) y María (vizcondesa del Pontón) Bernaldo de Quirós y Álvarez de las Asturias Bohorques.

Todos estaban muy unidos a la marquesa de Castel Bravo. Paz Espinosa de los Monteros es la más joven de los hermanos. Todos viajaron desde Madrid hasta el palacio de Villa, el pasado martes, para acudir al entierro de su tía. "Ella quería descansar en Asturias, era muy asturiana. Siempre tenía una anécdota que contar sobre los días que pasaba en Villa", explica Espinosa de los Monteros.

El palacio es una de las propiedades de los Bernaldo de Quirós en la región. Se construyó en el siglo XVII. El octavo Marqués de Camposagrado, José María Bernaldo de Quirós y González de Cienfuegos, la convirtió en su vivienda habitual. La esposa del noveno Marqués, María Cristina Muñoz y Borbón, hizo una reforma de la casona. Dedicó la capilla a San Francisco de Asís y construyó en la cripta el panteón familiar en el que ahora descansa María Bernaldo de Quirós. Esa es la historia de las piedras que adornan la fachada del palacio de Villa, pero María Bernaldo de Quirós creía más en el alma de la casona. Viajaba todos los años, desde que era niña, hasta Riaño y pasaba largas temporadas en la residencia familiar. Estudiaba en casa, con una institutriz inglesa y otra francesa. "Hablaba inglés y francés con la misma facilidad que el castellano", explica su sobrina.

Le gustaba mucho leer en cualquiera de los tres idiomas. Sobre todo, apunta Paz Espinosa de los Monteros, clásicos y novela histórica. Se sentaba en el cuidado jardín que rodea el palacio de Villa y dejaba que el tiempo pasara. Un jardín lleno de historias procedentes de los libros, de sus juegos de niña y de los abrazos que regalaba a sus sobrinos.

El palacio de Villa fue testigo de la vida de la marquesa. Pasaba allí seis meses al año hasta que, después del cumpleaños por su siglo de vida, sufrió una caída en la casona. Fue trasladada al hospital de Riaño y se sometió a una operación de cadera. "Todo el personal es maravilloso, me hacen sentir como en casa", decía a sus familiares durante su estancia. Se trasladó al Sanatorio Adaro para hacer rehabilitación, pero su movilidad no volvió a ser la misma.

Las estancias en Villa, muy a su pesar, menguaron. Pasó sus últimos años de vida en Madrid y se mantuvo ágil, feliz y joven. Espinosa de los Monteros recuerda, con una sonrisa, que la marquesa siempre estaba al tanto de todo: "Tenía una memoria prodigiosa. Cuando iba a su casa de visita, me informaba del estado del tráfico en Madrid para que no cogiera atascos".

Su carácter, agudeza y sentido del humor la hicieron una pieza clave, un nexo de unión para toda la familia. El hijo de Espinosa de los Monteros, Jaime Godoy, no lo duda a la hora de definir a su tía abuela: "Supo mantenerse siempre joven". Sabe que los veranos, en el palacio de Villa, no serán lo mismo sin la marquesa.

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