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DE LO NUESTRO | HISTORIAS HETERODOXAS

El riguroso Toribio de Velasco

La historia del allerano fundador de los conocidos como "Niños Toribios" en Sevilla, donde atendió a menores desamparados que vivían en la calle

El riguroso Toribio de Velasco

En 1905, los ganaderos alleranos se unieron para ganar un pleito por unos pastos que les disputaba el concejo de Lena, pero una vez cumplido este objetivo, decidieron llamar a su lado a otros vecinos creando una entidad benéfica que ayudase a los más desfavorecidos. Habían nacido los Humanitarios de San Martín, que luego fueron ampliando sus actividades impulsando la cultura, las fiestas, las obras públicas y cualquier servicio que pudiese mejorar la vida de los pueblos de Aller.

A principios del siglo XX este tipo de instituciones fueron relativamente frecuentes en otras partes de Asturias, aunque casi todas desaparecieron pronto. Sin embargo, los Humanitarios permanecieron en el tiempo y el relevo de la generosidad fue pasando de generación en generación hasta convertirse en una de las señas de identidad de esta tierra.

Pero mucho más atrás ya encontramos hombres solidarios en Aller. Hoy les voy a hablar de uno, que es prácticamente desconocido en su tierra a pesar de que la Biblioteca Pública en Moreda lleva su nombre: Toribio de Velasco.

Donde sí saben de él es en Sevilla, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida; allí también se honra su memoria en la denominación de una Escuela de Educación Infantil y sobre todo en un Centro de Acogida Inmediata de la Junta de Andalucía, gestionado por una ONG especializada en recibir a menores abandonados o aquellos a cuyos padres se les ha retirado su guarda por una situación de maltrato, desamparo o desprotección grave.

Luis Toribio de Velasco fue como he dicho un hombre solidario, aunque sus métodos a los ojos del siglo XXI se nos antojan insoportables, pero ya han visto que su nombre sigue reivindicándose y por lo tanto yo no soy nadie para poner pegas, pero sí hechos históricos para que cada cual saque sus conclusiones.

Nació el 11 de mayo de 1689 en Las Tercias, un lugar de la parroquia de San Pedro de Piñeres, hijo de Domingo de Velasco y de Dominga Alonso, desde su niñez siempre tuvo inclinación por las obras de virtud, aunque no consta que haya cursado estudios. Otro asturiano famoso, Pedro Rodríguez, el primer conde de Campomanes, político, economista y Ministro de Hacienda en el reinado de Carlos III, se refirió a él en su "Apéndice a la educación popular" como "hombre iliterato, desvalido, pobre y de ninguna recomendación personal. Su exercicio era vender libritos de devoción, hasta que con todo ahínco se dedicó a recoger los muchachos de mal vivir, corregirlos, castigarlos y doctrinarlos".

Y efectivamente, sabemos que llegó a Sevilla para vender sus libros y que profesó en la Orden Tercera de San Francisco en la clase de seculares. En la ciudad andaluza se topó con la realidad que ya había descrito Miguel de Cervantes un siglo antes en su novela "Rinconete y Cortadillo": un mundo sórdido donde los niños desamparados sobrevivían en sus calles gracias a la mendicidad, los pequeños hurtos y la venta de su propio cuerpo. Decidido a combatir esta situación endémica, don Toribio preparó en 1724 una pequeña casa en la calle Peral donde acogió a dieciocho de los más necesitados.

Pero poco a poco su generosidad le impulsó a dar cobijo a más desgraciados y al año siguiente tuvo que trasladarse a otra casa mayor en la Alameda de Hércules, que era una especie de barrio chino de la época, frecuentada por prostitutas y rufianes de todo tipo, quienes se sorprendieron al ver a nuestro hombre recorriendo sus calles pidiendo limosna seguido en procesión por sus pequeños.

Era inevitable que el nuevo edificio volviese a resultar insuficiente y Toribio de Velasco solicitó ayuda al Arzobispo de Sevilla, quien habló a su vez con el conde de Ripalda, para que le cediese el edificio llamado "de la Inquisición vieja". También el Ayuntamiento sevillano decidió donarle una pequeña cantidad con la que empezó a gravar cada res sacrificada en el Matadero. Pero este apoyo tuvo la condición de que debía acoger a otros muchachos de mala conducta cuyo horizonte apuntaba claramente hacia el presidio; de manera que en cuatro años llegó a juntar a cerca de 200 jóvenes a los que se conoc en Sevilla como "los N iños Toribios".

Quiero contarles ahora uno de los métodos empleados por Toribio de Velasco para que ustedes saquen sus propias conclusiones, aunque siempre deben tener presente que estamos hablando del primer cuarto del siglo XVIII: cuando se recibía a un recién llegado se le colocaba de rodillas rodeado por los que iban a ser sus compañeros y el mismo fundador le avergonzaba preguntándole la doctrina cristiana, que lógicamente ninguno sabía; después mandaba a quienes lo conociesen que contasen en alta voz sus delitos, sometiéndolo a un juicio que solía resolverse con unos cachetazos iniciales y la amenaza de pasar a mayores más adelante.

Los castigos y la violencia física fueron habituales y el allerano se rodeó por un grupo de veteranos que contaban con su permiso para aplicar una pena que podía llegar a los 24 azotes para aquellos que fuesen más rebeldes.

En 1882, "La Ilustración Católica" publicó un "Estudio biográfico de Toribio de Velasco" firmado por José María Asensio que nos muestra al personaje como un místico preocupado especialmente por guardar la castidad. Lean este episodio: "En una ocasión fue tentado del demonio con un pensamiento lascivo, se descalzó un pie y lo entró en el fuego y así salió victorioso, fue muy austero en su cuerpo porque solo se sustentaba con pan y agua, traía un cilicio que le cogía hasta la cintura toda la espalda y el pecho?".

En fin, volviendo a su fundación, cada mañana se iniciaba con una oración seguida por el desayuno, después se formaba una procesión precedida por una cruz de madera que dirigía a la comunidad a escuchar misa hasta una iglesia próxima. La encabezaba el fundador llevando su campanilla en una mano y en la otra una cesta donde iba recogiendo las limosnas de los vecinos y tras él dos de los mayores con unas cestas para los alimentos, seguidos por los niños en orden de edad de menor a mayor, llevando los brazos cruzados, y un rosario, que rezaban a la ida en voz alta, dedicando la vuelta a cantar la doctrina cristiana.

Ya en casa, los más pequeños acudían a las clases de primeras letras impartidas gratuitamente por maestros voluntarios, mientras los mayores se dedicaban al estudio de los oficios según sus capacidades, encargándose a la vez de la limpieza y la cocina. Muy pronto las buenas mañas de los "Niños Toribios" les hicieron ganar fama en diferentes oficios, con la garantía de que no se les permitía ejercer su oficio hasta que tuviesen la edad adecuada y contasen con el visto bueno del propio fundador, y así hubo zapateros, sastres, cosedores de polainas, cardadores y tejedores de paño basto.

Lo cierto es que los expeditivos métodos de Toribio de Velasco dieron sus frutos. Es un hecho que la delincuencia disminuyó en Sevilla y muchos padres recogieron a sus hijos de las calles ante el temor de que acabasen en la casa que a principios de 1727 se convirtió oficialmente en un hospicio con su propio reglamento redactado por el fundador.

Su fama creció tanto que también obtuvo el permiso para recoger a más niños desamparados en los pueblos próximos poniéndolos bajo el control de los chicos de su confianza. Tuvo tal éxito que entonces se dedicó a los mayores y empezó a capturar vagos y maleantes a los que tuvo que llevar atados hasta el Hospicio para someterlos a la misma disciplina de los pequeños. Según se contó, algunos acabaron convirtiéndose en buenos ayudantes a su servicio.

Cuando el rey Felipe V tuvo conocimiento de su obra donó 300 ducados para que pudiesen levantar unos buenos locales de acogida cerca de la puerta de Triana, pero Toribio ya no pudo verlo porque falleció el 23 de agosto de 1730.

Cuentan que murió a las cuatro de la tarde y que quedó con el semblante risueño y el cuerpo flexible hasta que se le dio sepultura a las nueve de la noche del día siguiente. Su entierro fue tan multitudinario que tuvieron que intervenir los soldados y hubo que engañar a muchos vecinos diciéndoles que se celebraría al día siguiente. Aún así, su cadáver depositado en una caja de madera fue acompañado hasta el convento de San Pablo por 150 niños con velas y un gran número de clérigos y notables sevillanos.

Su fundación acabó llevando el nombre de Real Colegio de Niños Toribios y mantuvo su fama de dureza hasta que se cerró en 1823.

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