El Espín (Coaña),

Jorge JARDÓN

El sastre asturiano Faustino González cuenta con la mejor colección de máquinas de coser del mundo. Además, se trata de un coleccionista por duplicado. Coleccionó un total de 602 máquinas, pero se vio tentado de venderlas a la Fundación Manuel Suárez de Navia, que se comprometió a instalar un museo y a que fuera el propio Faustino González el encargado de controlar su mantenimiento, de modo que las máquinas estuvieran siempre en perfecto funcionamiento. Sin embargo, esos propósitos no llegaron a cumplirse. Por eso, Faustino González, por mero pundonor, reunió una nueva colección. La sorpresa es que actualmente cuenta con otras 440 máquinas, capaces, por su valía, de empequeñecer su primitiva colección.

Faustino González recuerda que infinidad de personas se acercan a él contrariadas porque las máquinas no pueden visitarse. Algo de lo que él también está pesaroso, convencido de que el error de su vida ha sido vender las máquinas a la Fundación naviega y de que mientras dicha entidad siga regida por sus actuales responsables no llegará a funcionar jamás, ya que no hay con quién hablar, nadie que escuche ni que haga caso a nada.

Faustino González salió económicamente perjudicado por su ilusión de que la colección se quedase en Navia o en su entorno. En aquellos momentos tenía una oferta seria y firme de Cataluña y había un pueblo asturiano empeñado en quedarse con ella. Cómo será que Faustino González señalaba ayer que, si tuviera veinte años menos, instalaría él mismo un museo por su cuenta, sabedor de que sería el mejor museo del mundo en máquinas de coser.

Comenta Faustino González que cada máquina tiene una historia, un sacrificio y muchas horas de trabajo, y pone el ejemplo de un padre que casa a una hija y la pierde, pero sigue siendo su hija, en referencia a las máquinas que vendió a la Fundación. Incluso la Escuela de Ingenieros Superiores de Asturias y León envió personal especializado a ver su colección para elaborar una enciclopedia de la evolución de la máquina de coser desde que que Elias Howe -de quien hay 14 piezas en la colección- inventara el primer modelo.

Cuando vendió la colección a la Fundación, Faustino González les hizo saber que conocía algún «nido» en el que se podrían adquirir algunas máquinas más. Se le dijo que adelante y gestionó la compra de las 89 máquinas de un coleccionista gallego por su cuenta, sin que nadie, hasta hoy, se haya interesado por ellas. La colección gallega es excepcional, en apreciación de Faustino González, destacando en ella dos máquinas, una perteneciente a la reina Isabel II, una Bijou número 1 fabricada en París y en la cual aparece grabado el busto de la reina castiza con la grabación en el pie en la que se lee que fue regalo de José Werthein en 1865, así como otra que perteneció a la reina Victoria Eugenia. Para hacerse con ellas se valió de un coleccionista gallego que acudía a todas las subastas de bienes y otras curiosidades de las casas reales europeas. Dentro de ese mismo lote consiguió seis máquinas que considera únicas en el mundo y que proceden de una fábrica de La Coruña, de mediados del siglo XIX, dedicada a la piel de pelo.

Faustino González comenzó su colección de manera casual. Fue en 1966, cuando, al ojear una revista en la que aparecía el famoso sastre italiano Angelo Litrico, observó dos máquinas de coser como elemento decorativo de su establecimiento. Esto le incitó al coleccionismo y, a los pocos días, Faustino llevaba a sus vitrinas su primera adquisición. Se trataba de una Werthein alemana de 1875, que consiguió en el pueblo naviego de Cacabellos y por la que hubo de pagar 500 pesetas. A partir de ahí, la búsqueda empezó a ser continua y llegaron los primeros éxitos. Máquinas de todas las nacionalidades: norteamericanas, alemanas, inglesas, francesas, rusas, checas, suecas... empezaron a llegar a la sastrería de Faustino González, en donde habrían de encontrar acomodo definitivo.

Los diseños en algunas de ellas son tan sorprendentes que, en una ocasión, a punto estuvo de llevarse un disgusto cuando, al pasar por la frontera de Andorra, un guardia confundió la máquina con un arma.

Lo que más llama la atención del visitante es que las 1.050 máquinas que han pasado por su colección estuvieron siempre a punto para coser. Impecablemente limpias y engrasadas y con el hilo colocado, Faustino González, ya sea con el pedal o con la mano, hará una demostración de que todas funcionan como recién salidas de la fábrica. Todas ellas, además, se encuentran catalogadas y numeradas, y cada una se acompaña de su historial y de su fotografía.

Así, Faustino González sonríe cuando de una carpeta saca el recorte de un diario de Valladolid, fechado en 1983, en el que se habla de una «colección única en el mundo» al referirse a las 36 máquinas de coser que tenía entonces un paisano de aquella tierra. Se puede asegurar que, con diferencia, la mejor colección la posee este paciente asturiano, que no ha regateado esfuerzos para ver cumplido su afán coleccionista por las máquinas de coser. Faustino González sólo tiene constancia de otras dos colecciones importantes, pero ninguna de ellas supera las 70 piezas. Una es la de Sáez Merino, el fabricante de Lois en España, y la otra se encuentra en Holanda.