Luarca (Valdés)

Muchas generaciones de niños, hoy personas adultas, recordarán a esta mujer afable y risueña que fue pieza fundamental en su crecimiento. Aurora Nestal, junto a su marido, puso en marcha en la década de los sesenta una clínica en Luarca en la que llegó a ver hasta cincuenta niños al día. «En los primeros tiempos llegué a ver al año varios cientos de miles de niños, fue una época agotadora», explica.

Nestal, mierense de nacimiento, vivió la mayor parte de su vida en Galicia, donde estudió medicina por la especialidad de pediatría. Nació en 1937 y cuando sumaba quince años ya trabajaba como voluntaria en el hospital de Santiago, ubicado por aquel entonces en el actual Hostal de los Reyes Católicos, en plena plaza del Obradoiro. Incluso ayudó a su traslado a las afueras de la ciudad. Cuenta Nestal que eligió medicina por vocación porque le apetecía «ayudar a los demás». Y en broma añade que «entonces pensaba que los médicos, igual que los curas, no se morían ni se ponían enfermos jamás».

En el curso preuniversitario explica que tan sólo se matricularon ocho mujeres, de ellas cuatro ingresaron en la Universidad y sólo dos terminaron los estudios de medicina en Santiago. «Al principio costó pero luego tuve a mis mejores amigos allí e incluso a mi marido».

Aurora cuenta que en sus inicios en pediatría el «ojo clínico» era fundamental, mientras que hoy en día «la tecnología se lleva una parte del trabajo del médico y cada vez más». La pediatra luarquesa opina que en medicina la persona tiene un valor tremendo y suscribe aquello de que si al salir de la consulta el enfermo no se siente medio curado, «mal asunto».

Dice Aurora que la pediatría que vivió en sus inicios era «tremenda» porque los niños «llegaban en muy mal estado, con malnutrición y raquitismo. Siempre presentaban patologías importantes porque antes no se iba a la consulta por cualquier cosa». Por eso explica lo fundamental que fue el establecimiento del calendario de vacunación infantil, lo que les libró de gran número de enfermedades.

Acabada la carrera, Aurora y su marido, médico internista, pusieron en marcha una clínica en Luarca que desde el primer momento fue bien acogida. Tal es así que llegó a recibir niños de todo el Occidente y hasta de Lugo. Nunca pensaron quedarse en Luarca para siempre, pero al final el destino hizo de las suyas y nunca se marcharon.

Dice Aurora que los primeros años fueron frenéticos, sin casi vida propia. «Te llamaban a cualquier hora y en cualquier momento para ir a ver a un enfermo». Recuerda en una ocasión que estaba en el cine con una falda de tubo y tacones y la vinieron a buscar para ir a un pueblo de la montaña. «Me costaba caminar y tuve que pedir ayuda. Pero aprendí rápido y ya después siempre iba en pantalones y zapato bajo para estar preparada. Luarca siempre fue un pueblo de gente elegante donde las señoras iban muy arregladas, creo que nunca me lo tuvieron en cuenta», bromea.

Las condiciones de aislamiento en aquella época eran un duro escollo para su trabajo. «Era tremendo tener a un niño grave en el pico de una montaña, sin teléfono para preguntar cómo estaba, ni coche para ir hasta allá». Puntualiza esta profesional que ahora es sencillo enviar a los más enfermos a Oviedo para que reciban una atención más precisa, pero antes todo era diferente. «El viaje podía durar dos o tres horas y encima las propias familias te suplicaban que no lo enviaras por lo que les suponía».

Tiempo después, Aurora entró a formar parte de la Seguridad Social, compaginando las consultas en el ambulatorio de la villa con las visitas en su consulta. «No existían urgencias como tales, así que los médicos atendían a los pacientes de urgencia en su casa. Yo les atendía en mi consulta». Cuenta que, al principio, cuando la llamaban en mitad de la noche se vestía corriendo, pero después, como la clínica estaba en el piso de abajo, sólo se ponía una bata encima del pijama. «En esa época cualquier médico estaba a disposición las 24 horas del día y no pasaba noche que no te despertaran, como mínimo una o dos veces». Con este ritmo frenético, Aurora aún tuvo tiempo de criar tres hijos.

Con el tiempo las condiciones en la Seguridad Social mejoraron y comenzó a pasar consulta de 8 a 3 en el centro de salud. Así fue como terminó sus días de vida laboral. Se jubiló en 2007 dejando un gran vacío en la medicina pediátrica y grandes amigos en la profesión. Por eso, la sala de pediatría del nuevo centro de salud de Luarca lleva el nombre de «Aurora Nestal», algo que la enorgullece.

Aún hoy echa de menos su trabajo, del que guarda recuerdos dulces y amargos: «Te marcan los casos que diagnosticaste a tiempo y conseguiste salvar al niño y los graves de aquellos niños que no pudiste sacar adelante». Ahora se queda con el buen sabor de boca de cuando la paran por la calle para contarle andanzas de aquellos niños que crecieron en sus sabias manos.

Estudios

Nestal nació en Mieres pero desde bien pequeña se trasladó a Galicia, donde residió en varias ciudades. En Santiago estudió Medicina por la especialidad de Pediatría.

Trabajo

Recién acabada la carrera se trasladó a Luarca con su marido. Juntos fundaron una clínica en Luarca que rápidamente se ganó la confianza de la gente. Buena parte del Occidente e incluso de la mariña de Lugo confió en sus conocimientos.

Jubilación

En 2007 se jubiló y hoy la zona pediátrica del nuevo centro de salud de Luarca lleva el nombre de «Aurora Nestal».