Juan Carlos Quintana homenajeó ayer a aquellos que introdujeron el mundo de la cuchillería en Taramundi. Hace dos años y medio pensó en hacer una navaja grande con un doble reto: poner a prueba su habilidad y dedicar este esfuerzo al mundo de los «navalleiros» del occidente asturiano. Multiplicó por 40 el tamaño de los 83 milímetros de la hoja de una navaja normal. El resultado se pudo ver ayer. La navaja gigante se expone en el exterior del Museo de la Cuchillería Tradicional de Pardiñas, a escasos dos kilómetros de Taramundi. La hoja es de 3.220 milímetros (3,2 metros), y se cree que es la más grande del mundo.

Hace dos años que empezó la aventura para Juan Carlos Quintana, cuchillero de profesión, y cuatro compañeros de oficio. El pasado verano se cortó un roble, que hoy es el mango de la navaja. Hace tres meses empezó el trabajo con los 150 kilos de acero. En un taller de Lugo se cortaron con una técnica de plasma la argolla y la pieza del hierro en bruto para hacer el perímetro de la hoja. El material llegó después al taller de Friedrich Bramsteidl (séptima generación de ferreiros austriacos) de Santa Eulalia de Oscos. Allí se montó y se realizaron los detalles. El resultado: una «navajona» de 7,2 metros.

«Los cuchilleros hicieron una labor muy importante para Taramundi. Lograron mantener un oficio en épocas muy duras, cuando no había luz eléctrica», explica Quintana. El hierro se trabaja en Taramundi desde principios del siglo XIX. Pese a las penurias de la época, durante el siglo XX Taramundi vio trabajar en el mundo del cuchillo y la navaja a 220 personas. «Lograron que el oficio llegara lejos», detalla Quintana. Taramundi mantiene hoy a una veintena de navalleiros.

El hierro se trabajó tradicionalmente en el oriente de Lugo y en el occidente asturiano. En Taramundi despuntó gracias a la familia Castelao. Ignacio Castelao se fue a trabajar a finales del XIX a la Fábrica de Armas de Oviedo. La firma familiar tenía un taller de hierro en casa, pero dedicado a la industria del clavo y las bisagras, entre otros materiales destinados a un mercado de supervivencia. «Empezaron a llegar las famosas puntas de fábrica y en Oviedo Castelao se dio cuenta de que el acero se podía trabajar de otra forma para hacer navajas y cuchillos», detalla Quintana. La técnica para templar los fusiles fue la que introdujo Ignacio Castelao en Taramundi, pero aplicada a las hojas de cuchillos.

La cuchillería se convirtió entonces en un mercado paralelo que ayudó a la economía familiar a salir adelante. Las navajas y cuchillos se elaboraban gracias a materiales de desecho: restos de madera de los bosques, carbón y chatatara. Es decir, no había inversión, y sí beneficio. Con la mejora de las comunicaciones el turismo llegó en la década de los ochenta. Todo cambió. Taramundi es hoy referencia en España en elaboración de navajas y cuchillos con calidad artesanal.