María Begoña García mira al cielo con preocupación en el tramo final de la temporada de la faba. "Sólo pido quince días sin agua, que permitan secarlas y recogerlas", dice esta productora de Anleo (Navia). Como ella, otros agricultores de la comarca encaran días de intenso trabajo en la cosecha de la legumbre, que este año viene marcada por el intenso calor y la falta de lluvias durante buena parte del verano. Con toda probabilidad, la cantidad recogida al final del proceso será inferior a la de años anteriores, aunque los productores aprecian que los granos están "muy limpios".

"Durante el mes de agosto nos vimos en dificultades. Pasó mucho tiempo sin llover y tuvimos que regar las plantaciones por la noche con el tractor. Es cuando la faba está criando y no tenía humedad alguna", explica García, que cultiva en Anleo unas tres hectáreas y media de faba asturiana dentro de la Indicación Geográfica Protegida (IGP). Su siembra fue tardía, debido a las lluvias de mayo, y su recogida también lo será; la prevé para dentro de una o dos semanas.

"Este año van con un poco de retraso", señala la productora, que, a pesa de las circunstancias, se muestra optimista sobre la campaña: "Al principio creí que íbamos a tener menos que las que hay. Veo un año bastante bueno, dentro de lo que cabe. Las veo bastante limpias, esperemos que no venga agua ahora para que acaben de hacerse y poder recogerlas", señala. Después, se desgranarán, seleccionarán y envasarán para ser distribuidas entre restaurantes, supermercados, tiendas y particulares.

En Arbón (Villayón), Ángel García ya ha comenzado a retirar las plantas secas de los terrenos pendientes. "Ves cómo se despejan fincas, pero kilos para el secadero no vienen muchos", lamenta. Achaca la merma en la producción al "calor bestial y la falta de lluvia" durante el estío. No en vano, tiene la esperanza de que las parcelas de las vegas compensen la situación: "Hasta que no esté toda en el secadero no se sabe con certeza cómo será la cosecha", afirma.

Al igual que en Anleo, en Arbón se espera que el agua no amargue la última etapa de la faba de granja. "Si se pone a llover, se manchará", explica Ángel García, que gestiona más de seis hectáreas, también dentro de la IGP.

Ambos productores manifiestan su satisfacción por cómo funciona el organismo regulador. "Certifica que realmente lo que se compra es faba de Asturias, y no de otros lugares", resume Ángel García. "Estamos muy contentos. La faba da mucho trabajo, pero al final tiene recompensa", puntualiza María Begoña García, antes de subrayar la alta demanda que existe de este producto: "La producción no cubre las necesidades del mercado. Cada año crecemos en producción, y siempre lo vendemos todo", concluye.