Hay vino casero de Cangas del Narcea porque una casa sin vino no era nada

Hay más de 300 productores para consumo propio que lo elaboran por mantener "el sabor de la tradición" y "la cultura de juntarse y compartir"

Dolores García, de la bodega Araniego

Dolores García, de la bodega Araniego / Demelsa Álvarez

En el concejo de Cangas del Narcea hay más de 300 pequeñas bodegas de vino casero. Es una cifra aproximada, hablamos de elaboradores de vino doméstico, para consumo propio, de los que no hay registro. La reciente celebración del concurso de vinos de casa organizado por el Museo del Vino, coincidiendo con la fiesta de Santiso, demostró el interés por mantener la tradición vitivinícola en casa. Se presentaron 67 caldos, una cifra récord para un concurso que empezó a celebrarse en 2017 y que solía reunir a una veintena de participantes.

Para entender esta singularidad hay que mirar al pasado. Cangas del Narcea tenía en 1859 unas 5.490 hectáreas de viñedo, frente a las poco más de medio centenar que hay en la actualidad. Prácticamente todas las laderas de montaña soleadas y por debajo de los 500 metros de altitud estaban plantadas con viñas. Todos los pueblos bajos de los valles de los ríos Luiña, Coto y Narcea hacían vendimia.

"La época dorada del vino de Cangas fue entre 1890 y 1930; había grandes viticultores y bodegueros", explica Joaquín Fernández, vicepresidente de la Asociación de Museos del Vino de España, viticultor y productor de vino casero del barrio cangués de Santiso. "El sector llegó a suponer la mitad de los ingresos de los impuestos municipales". 

La llegada de la minería del carbón a partir de los años sesenta del siglo XX lo cambió todo. Cangas del Narcea pasó de ser un concejo agrícola a tener una industria que demandaba mucha mano de obra. "En ese momento se comenzó a abandonar el costoso cultivo de la vid y empezaron a quedar viñedos residuales a cargo de personas que fueron guardianes de la tradición, enamorados de la tierra. Algunos de ellos fueron a trabajar a la mina, pero no abandonaron el viñedo", relata Fernández. 

Se perdía la parte profesional del sector, que había obtenido premios internacionales a finales del siglo XIX, y la producción de vino quedaba reducida a una tradición familiar y casera. La mayoría de los bodegueros elaboraban vino para consumo propio y los que más producían lo vendían a granel a particulares, a bares, al Ayuntamiento. 

Antonio Menéndez, Dani Fernández, José Ramón González (Toraño) Y Joaquín Fernández en la bodega Santiago de Santiso.

Antonio Menéndez, Dani Fernández, José Ramón González (Toraño) Y Joaquín Fernández en la bodega Santiago de Santiso. / Demelsa Álvarez

El vino casero llegó a ser un complemento económico para muchas casas. José Antonio Menéndez, viticultor de Puenticiella conocido como "el carterín de Puenticiella", cuenta que el viñedo fue "un sustento para mi madre". Quedó viuda cuando él tenía 9 años y la venta de garrafones de vino le ayudó a complementar la pensión de viudedad. 

"Mi madre tiró por mantener el viñedo, me animó a continuar con la tradición y estuvo trabajando en la viña hasta los 80 años". Él sigue velando por el viñedo heredado de su familia, con cepas de más de 150 años y hace su propio vino en su bodega por "pasión y afición". La pasada vendimia elaboró unos 150 litros para el gasto de la casa: "Por juntarse y compartir. Es un vino para invitar a familiares y a amigos a disfrutar en la bodega con una empanada".

El abuelo de Dolores García ponía una rama de laurel en la puerta de la bodega, situada en el barrio cangués de El Cascarín, para anunciar que abría una nueva barrica de vino. Así anunciaba la bodega Araniego el nuevo vino, para animar a los vecinos a acercarse a probar y comprar. Dolores García presentó su vino al concurso de Santiso y obtuvo el tercer premio. Su hermano Mario García, su madre Marisa González y ella custodiaron el viñedo de la finca La Forca y siguieron elaborando vino casero cuando su abuelo falleció. 

Dolores García: "Este vino es lo que es gracias a la gente que mantuvo los viñedos durante años en su ocio"

"La viña está plantada a capricho, con la cantidad de cepas por variedades para hacer el vino como les gustaba", explica. En la finca se pueden encontrar las variedades autóctonas albarín, verdejo y carrasquín, que siempre mezclaron para obtener el vino como tradicionalmente se hacía en Cangas. 

Ahora elaboran para consumo propio y para compartir con familia y amigos. Siguen por "apego a Cangas y por el cariño que mi abuelo le tenía a la viña". Cuidar de las cepas se convirtió en una afición, una labor para su tiempo libre. Dolores García reconoce que el trabajode viticultores como su abuelo se debe tener muy en cuenta "porque gracias a esa gente que mantuvo los viñedos en su tiempo libre durante años, hoy el vino de Cangas es lo que es". 

"El sabor de la tradición" mueve a Joaquín Fernández a seguir mimando la finca de La Treita y a crear su propio vino en la bodega Santiago del barrio bodeguero de Santiso. "El primer documento que tenemos relacionado con el vino de la familia es de 1539". Una de las razones para que arraigue y perdure es el gusto por conservar los sabores de antaño. "Mi vino tiene un 40% de uva de la variedad mencía. Me gusta porque es con el que me crié y mi paladar está acostumbrado a él. Ese sabor de la nostalgia nos anima a continuar trabajando la misma viña y a elaborar el vino". 

Trabajar por las hileras de cepas es una labor exigente. En Cangas del Narcea las parcelas dedicadas a esta plantación están en pronunciadas pendientes, donde todo el trabajo debe realizarse a mano. En pocas se pueden mecanizar algunas de las labores. El trabajo en los viñedos en esta zona se conoce como viticultura heroica. 

Luciano Gómez y José Antonio Menéndez, en el barrio bodeguero de Puenticiella.

Luciano Gómez y José Antonio Menéndez, en el barrio bodeguero de Puenticiella. / Demelsa Álvarez

José Antonio Menéndez, de Puenticiella, disfruta con el viñedo. A lo largo de los años fue ampliando y mejorando lo heredado hasta tener una hectárea plantada. Él elabora una pequeña parte y el resto del viñedo lo gestiona la bodega profesional que surgió hace unos años en el pueblo, Bodegas La Verdea, de Luciano Gómez, inscrita en la Denominación de Origen Protegida (DOP) Vino de Cangas. "Fue un aliciente ver que alguien apostaba por esto de forma profesional en el pueblo y estoy muy involucrado para mejorar y ayudar en lo posible, porque la viticultura es muy trabajosa. Estamos viendo cómo se va perdiendo el viñedo y a la gente mayor le da mucha pena verlo desaparecer". 

La apuesta de Luciano Gómez por el sector vinícola cambió radicalmente su vida. Regresó de Madrid a su pueblo natal para elaborar vino y convirtió en su profesión la tradición que había vivido en su casa de cultivar el viñedo y luego hacer vino. "Mis tatarabuelos ya hacían vino y nunca se dejó de elaborar. Hasta la época de mi abuelo parte de la producción la vendían o la utilizaban para hacer trueque. En Cangas siempre se dijo que una casa sin vino no era nada". 

Joaquín Fernández: "El primer documento familiar relacionado con el vino es de 1539"

Su pueblo fue uno de los grandes productores del concejo. En pleno auge del sector, las laderas que rodean la localidad eran una continuación de parcelas llenas de vides y el núcleo rural estaba salpicado de bodegas. Llega a la actualidad un llamativo barrio bodeguero, a orillas del río, en el que se suceden en línea, compartiendo paredes medianeras, 23 bodegas, de las que solo tres continúan produciendo su propio vino. 

La pasión de los cangueses por el vino fue más allá de los viticultores tradicionales. Pueblos por encima de los 500 metros de altitud, sin viñedo, o familias que dejaron de cultivarlo compran uva de la vecina Castilla y León para disfrutar igualmente de obtener su propio vino. Cada septiembre, varias empresas del concejo proveen a los vecinos de uva de fuera de Asturias.  

"Elaboramos 10 veces más de lo que producimos, algo que no se da en ninguna otra región vinícola que conozca", explica el vicepresidente de la Asociación de Museos del Vino de España, Joaquín Fernández. "Teníamos una tradición vitivinícola que no quisimos perder y la gente apostó por seguir haciendo su propio vino. En época de vendimia entran más de un millón de kilos de uva a Cangas". 

La elaboración del vino casero se mantuvo y se conserva de forma paralela al resurgir del sector de manera profesional a partir de los años noventa del siglo XX, cuando un grupo de amantes del sector apostó por recuperar y proteger el vino de Cangas, el elaborado con las variedades autóctonas, para llevarlo a una nueva época dorada. Se obtuvo la Denominación de Origen Protegida (DOP) Vino de Cangas, que certifica que los vinos producidos bajo la marca son elaborados con uvas de variedades autóctonas cultivadas en viñedos de los concejos incluidos en el área de influencia de la DOP (Cangas del Narcea, Degaña, Ibias, Grandas de Salime, Allande, Pesoz, Illano y Tineo). En los últimos años se han incorporado nuevas bodegas. Hay 9 en la actualidad, dos de ellas en Ibias. 

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