Michael Jordan es mucho más que el mejor jugador de la historia del baloncesto. A estas alturas, treinta años después de su tercera y definitiva retirada, ya es una figura mítica, una leyenda viva cuya fama va mucho más allá de sus logros con los Chicago Bulls allá por la década de los 90. Michael Jordan es una pieza inmortal en el imaginario popular que ha trascendido todos los límites deportivos e incluso humanos para convertirse en un icono. Y es que Michael Jordan, además de ser un personaje irrepetible, es la imagen de su propia firma, "Jordan Brand". Esta nació como una simple línea deportiva de Nike bajo el nombre de “Air Jordan” pero, con el paso del tiempo, ha acabado igualando la popularidad de su marca matriz, llegando a generar más de 5.100 millones de dólares el año pasado. Sin embargo, ¿cómo se fraguó la colaboración más importante y lucrativa de la historia del deporte? De eso es, precisamente, de lo que trata "Air", la última película del afamado actor y director Ben Affleck, que llegó a los cines españoles el pasado 5 de abril. 

La cinta, protagonizada por el propio Affleck y su compañero habitual, Matt Damon, narra los entresijos de las negociaciones entre Nike y Jordan, así como el diseño y presentación de las míticas "Air Jordan 1", las zapatillas deportivas que lució el jugador en su primer año en la NBA y que, hoy en día, son un icono atemporal en la historia de la moda popular. 

 

Un acuerdo difícil de alcanzar

Por impensable que pueda parecer, el contrato entre el deportista afroamericano y la multinacional estadounidense estuvo muy cerca de no firmarse. Los hechos se remontan a 1984, cuando Jordan era aún jugador de la Universidad de North Carolina y se disponía a preparar su salto a la NBA. Por aquel entonces, Nike era una empresa mucho más pequeña, con poca experiencia en el mundo del baloncesto. De hecho, debido a su poca rentabilidad, la marca se estaba planteando cerrar su división especializada en zapatillas de básquet. Por este motivo, en un intento desesperado por reflotarla, Phil Knight, cofundador y CEO de Nike interpretado en la pantalla grande por Affleck, le encargó al cazatalentos Sonny Vaccaro, representado por Damon, que buscara una nueva imagen para la marca. Los directivos de la multinacional estaban considerando repartir el presupuesto entre las estrellas del DRAFT John Stockton, Charles Barkley, Sam Bowie y el propio Jordan. Sin embargo, Vaccaro, consciente del enorme potencial de Jordan, convenció a Knight para olvidarse de los demás e invertir todo el dinero en él. Aun así, las negociaciones no fueron nada fáciles. Michael no quería ni sentarse a negociar con una marca con tan poco recorrido en el mundo del baloncesto. Por su cabeza solo pasaba seguir con Converse, su marca durante su etapa universitaria que en aquella época vestía a estrellas como Larry Bird o Magic Johnson, o firmar un gran contrato con Adidas, su marca preferida. No obstante, su madre, interpretada en el filme por Viola Davis a petición del propio Jordan, fue la clave. Vaccaro le hizo ver que Nike le ofrecía a su hijo ser la estrella absoluta de la compañía con un contrato sin precedentes en la historia del deporte y ella logró convencerle para firmarlo. 

Finalmente, el acuerdo se cerró a razón de 250.000 dólares al año más un porcentaje por la venta de cada par de zapatillas, cifras totalmente desproporcionadas teniendo en cuenta que los astros mejor pagados de la liga cobraban alrededor de 100.000 dólares al año. No obstante, la gran apuesta de Nike no tardó en dar sus frutos. Las Air Jordan 1 le reportaron a la multinacional 162 millones de dólares en tan solo un año, superando estratosféricamente los 3 millones que había previsto Knight tras la firma del contrato. 

 

Un visionario que cambió la historia 

El protagonista de todo esto, por encima incluso del propio Jordan, es sin duda John Paul Vincent “Sonny” Vaccaro. Nacido en Pensilvania en 1939, empezó a jugar al fútbol americano a temprana edad hasta que una lesión durante su estancia en la Universidad Estatal de Youngstown le obligó a poner fin a su temprana carrera. Irónicamente, por azares del destino, fue precisamente ese acontecimiento lo que le llevó al mundo del baloncesto. Tras la lesión, un entrenador le pidió ayuda para reclutar a jugadores para la universidad. Sonny encontró en ello su vocación y comenzó a organizar cada verano campamentos para jóvenes promesas del baloncesto de la zona. 

Guiado por las necesidades y consejos de los chicos, comenzó a diseñar zapatillas deportivas en la década de los 70. No sabía nada sobre el negocio, pero conocía a unos abogados que representaban a jugadores de la NBA. Estos le pusieron en contacto con una nueva empresa de la Costa Oeste llamada Nike. Le invitaron a su sede en Portland, conoció a Phil Knight y ese fue el principio de todo. Sin embargo, Nike no le quería por sus diseños, sino por su habilidad innata para detectar a las futuras estrellas del baloncesto estadounidense. Los siguientes años firmó a 10 de los mejores jugadores universitarios del país y, en 1984, le llegó el turno al mejor de todos, Michael Jordan. Vaccaro fue uno de los primeros en ver que su talento iba mucho más allá que el de un simple buen jugador. Sabía que dejarlo escapar sería un error del que arrepentirse de por vida y logró que la multinacional confiara en él y alterara todos sus presupuestos para firmarlo. Sus numerosas reuniones con el entrenador y la madre de Michael fueron claves para conseguir su confianza y, finalmente, fue a él a quien le dieron el sí definitivo. El resto, es historia. 

Años más tarde, y a pesar de haber sido el artífice del mayor éxito comercial de la historia de la marca, Nike decidió prescindir inexplicablemente de sus servicios en 1991. Adidas no tardó en contratarle y trabajando para ellos Vaccaro demostró su talento una vez más al descubrir antes que nadie al heredero de Michael Jordan: Kobe Bryant. El cazatalentos se adelantó a todos y en 1996 firmó a la joven promesa por un contrato de 8 millones de dólares anuales durante 5 años, demostrándole a Nike el error que cometieron al despedirle. Años más tarde, en 2003, estuvo a punto de repetir la operación con Lebron James, a quien tenía atado para Adidas a cambio de un contrato de 10 millones de dólares anuales durante 10 temporadas. Sin embargo, esa vez la marca de las tres líneas no confió en él y no se atrevió a pagar tanto dinero. Lebron terminó firmando con Nike y, una vez más, el tiempo le dio la razón a Sonny.