A veces los descubrimientos científicos cuentan con semejante eco mediático que traspasan las fronteras de las revistas especializadas y ocupan, si no la portada, al menos alguna que otra columna en los diarios de mayor circulación. Es lo que le ha sucedido hace muy poco al ejemplar «SH pelvis 1», un conjunto de cadera y zona lumbar de la columna vertebral muy completo que supone un caso único en el registro fósil de los ancestros de nuestra especie. El espécimen era conocido ya desde que se hizo público en 1999, pero la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» ha sacado ahora un estudio bajo la firma de los investigadores de Atapuerca en el que se pone de manifiesto la presencia de algunos rasgos patológicos que, en las hipótesis más razonables, limitarían de manera muy seria la capacidad para moverse del individuo, anciano a la hora de su muerte -¡45 años!-, cuyos restos aparecieron en la Sima de los Huesos.

Los articulistas han enfatizado, en sus comentarios del ejemplar ahora identificado como deforme y enfermo, la necesidad de entender que, entre 350.000 y 500.000 años atrás, había ya antepasados nuestros, como el «Homo heidelbergensis», que recibieron mucha ayuda de los miembros de su grupo social para poder sobrevivir en condiciones tan lamentables hasta una edad longeva. Pero eso no supone ninguna sorpresa. Jacques Hublin había publicado el año pasado en la misma revista, «PNAS», un artículo titulado como esta columna -es de bien nacidos reconocer los préstamos intelectuales- en el que comentaba el hallazgo del cráneo 14 de la Sima de los Huesos, un espécimen con una alteración congénita que llevó al cierre prematuro de las suturas de la pared craneal, la dolencia conocida como craneosinostosis. El resultado lleva a unas alteraciones cognitivas y motoras de tal calibre que resulta imposible sobrevivir sin cuidados. Aun muerto siendo muy joven, el poseedor del cráneo 14 fue cuidado con esmero.

De hecho, existen numerosas pruebas de un comportamiento altruista -cuidado de los viejos y de los enfermos- fuera de nuestra especie. Ejemplares de neandertales como el «Viejo» de la Chapelle-aux-Saints (Francia) o los esqueletos «Shanidar» I y III (Irak) cuentan con deformaciones, lesiones y pérdida de los dientes que llevan a pensar en los cuidados muy delicados que tuvieron que recibir hasta su muerte. Esos neandertales tienen entre 40.000 y 80.000 años de edad, pero existe un indicio muchísimo más antiguo: el del cráneo de Dmnanisi (Georgia) D3444, asociado a la mandíbula D3900, que carece de dientes, con 1,77 millones de años a sus espaldas, que pone de manifiesto cómo individuos incapaces de masticar sobrevivieron en unos grupos cuya dieta se cree que estaba compuesta en su mayor parte de carne. La existencia de la compasión prehistórica no es ninguna hipótesis arriesgada. Es probable que se tratase de la condición necesaria que permitió a los humanos llegar hasta lo que somos nosotros ahora.