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Algo más que amenazas

Hay que ser un valiente para salir a tomarse un copazo. Las precauciones del día se relajan cuando cae la noche y suben los ánimos. Siempre habrá terrazas diurnas con unos cuantos inconscientes pero de día no te puedes pasar de listo, una mirada torcida se la lleva cualquiera a poco que se columpie. La noche es algo golfa; al canallita le cuesta lo de la mascarilla y si vamos a los jóvenes ya la cosa se desmadra. Igual al primer bar entran con la boca tapada. Dentro, cubata en mano, refugiados junto a su grupo y lejos del resto, el barbijo ya les sobra. Luego, al cambiar de bar tan contentos, a ver quién se acuerda del bozal para cincuenta o cien metros. Los hosteleros del ocio nocturno están contra los cuerdas. Pero no se han quedado parados. Tienen un ramillete de ideas, algunas parecen buenas, y las han puesto en la mesa del Gobierno regional. Sus clientes no son los más fáciles pero los empresarios están concienciados y merecen un análisis profundo de sus propuestas. Que no todo sean amenazas de cierre.

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