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José Sánchez González

Con el Evangelio tenía bastante

Recuerdos de quien me enseñó el ejemplo de ser obispo fiel, innovador y dialogante

El recuerdo que tengo de don Gabino es enteramente de gratitud y admiración hacia su persona y ministerio. Me presentó para ser obispo auxiliar, y estuve casi 8 años viviendo con él en la Casa Sacerdotal, en permanentes conversaciones. No necesitaba ir a despachar con don Gabino porque continuamente nos íbamos encontrando, hasta que me fui con mi madre a Gijón al quedarse ella sola. Él me propuso para obispo auxiliar, y de él aprendí a ejercer de obispo, que era para mí algo desconocido.

Fueron unos años juntos extraordinarios, siendo testigo en vivo del ejemplo de un gran pastor y una gran persona. No podría tener mejores recuerdos, que me han ayudado a saber lo que es ser obispo. Una lección que me fue muy necesaria: lo elegimos presidente de la Conferencia Episcopal durante seis años, así que me tocó sustituirlo muchas veces cuando tenía que viajar.

En primer lugar, lo considero uno de los testigos más importantes de la historia de España en el tránsito del siglo XX al XXI. Conoció bien los desastres nacionales desde pequeño, cuando le apuntaron con fusiles los milicianos en Mora de Toledo, donde sus padres tenían una tienda de alimentación. Ocurrió cuando habían decretado un toque de queda tras tomar el poder en el pueblo. Fue su primera gran experiencia dolorosa. La segunda experiencia, más dolorosa aún, fue cuando a su padre fueron a buscarlo, y su madre dijo que se iba con él, que solo no lo dejaba. Entonces se llevaron a los dos y acabaron fusilándolos. Sin padre y sin madre se quedó a los diez años, y se fue a Campo de Criptana con su primo. La orfandad le marcó.

Así se forjó un gran sacerdote, un gran pastor y una gran persona. Primero, era un tipo natural. Luego, tenía una gran formación, cultivada en Comillas y el tiempo que estuvo en Toledo y de obispo en Guadix. Y siempre atento a lo último que salía. Muy preocupado por el progreso de las comunicaciones. De hecho, empezó a conocer el ordenador estando yo todavía en Asturias, y acabó siendo uno de los que más sabía de informática de entre los obispos. Haber participado en el Concilio Vaticano II evidentemente fue otra enseñanza importante para él. Y, en tercer lugar, era un hombre muy evangélico, muy devoto, muy fiel en el cumplimiento de las normas de la Iglesia, y muy respetuoso con los papas, a los que profesaba gran fidelidad. A todos fue fiel, y por supuesto a Juan Pablo II, con el que más coincidió, pero tenía una gran simpatía por Pablo VI. En resumen, todo ello le erigió como un obispo fiel, abierto a las innovaciones y con una gran capacidad de diálogo y comprensión.

Se llevó bien con todos los dirigentes políticos, y eso extrañaba a algunos, que no entendían cómo podía mantener buenas relaciones con los otros. Pero él no era de ningún partido: era un hombre evangélico, y siempre respetuoso con las autoridades políticas. Si bien, tuvo una relación muy personal con Rafael Fernández porque tenían una historia en el pasado parecida, marcada por la tragedia de la guerra civil. Cuando les preguntaban por qué se llevaban tan bien, siempre respondían: “Porque no queremos ninguno de los dos que ningún otro español pase por lo que hemos pasado”. Pero don Gabino nunca militó jamás en ningún partido: con el Evangelio tenía bastante.

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