Opinión

Merchán, en la emoción y el recuerdo

La noticia de la muerte de Gabino Díaz Merchán me llena de pena. Fue un grandísimo tipo. Cuando vino a Oviedo, el gobernador de entonces aseguraba no comprender cómo un huérfano de asesinados por milicianos republicanos, mejor seudorepublicanos, se entendiese tan bien con declarados izquierdistas. Aquel gobernador en algo llevaba razón: era persona encantadora y muy accesible a través de don José María Almoguera, su jefe de gabinete, el primero en Asturias en atender dos teléfonos simultáneamente. A otro de sus vicarios, un respetable monseñor lavianés, le denominaban popularmente, “Pepe el comunista”. Don Gabino carecía, sin duda, de las dotes diplomáticas del más afamado Tarancón, su predecesor, pero su bonhomía era profunda y cercana. Le recuerdo, por aquellos entonces, en un piso de sacerdotes del barrio gijonés de La Calzada, clérigos que habían vivido en Argentina, semiexiliados del 62; también en una cena en casa de Ramón Cabanilles, presidente de Amigos de la Catedral, con López Aranguren y otros filósofos, y varias, demasiadas, anécdotas más pero, sobre todo, el día que le pasé una copia del informe sobre presos políticos asturianos que Marcelino Arbesú y yo elaboramos para la central londinense de Amnistía Internacional. Don Gabino quiso conocer personalmente a algunas de aquellas familias y me es inolvidable la entrevista que tuvo con los padres de una chica joven, a la que un conocido torturador de Avilés quiso obligar a comerse, literalmente “comerse”, un panfleto que había repartido.

Ya estando yo en la Alcaldía, fue el primer visitante que apreció que me había deshecho sin publicidades de los bustos de Aranda y Caballero en la escalinata de entrada y sobre los que, con delicada omisión, los concejales, trece, incluido el Alcalde anterior, del PP, no levantaron voz alguna. Tuve con él una controversia con motivo de un informe que me filtró Emilio Olávarri, Magistral del Cabildo Catedral, sobre la propuesta principal que la Comisión episcopal proponía para el viaje a Asturias de Juan Pablo II en la que se suprimía el paso por Oviedo. Nuestra entrevista fue emocionante, pues don Gabino, enfermo y encamado, tuvo una vez más rasgos de bonhomía y comprensión, y Su Santidad vino al fin a Oviedo, contra la cualificada opinión de su enviado, el Padre Tucci S.J., luego cardenal.

En fin, son demasiados los recuerdos y las emociones…

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