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Domingo Caballero, un amigo

Este pasado domingo falleció tras una larga y penosa enfermedad Domingo Caballero. Profesor de Psicología Social en nuestra Facultad, Domingo estudió en la Universidad de Oviedo y estuvo ligado en un primer momento al grupo de los discípulos de Gustavo Bueno. Además de un profundo conocedor de toda la literatura relacionada con su especialidad, Domingo fue también un excelente poeta, ganador de premios de ese género.

Pero, sobre todo, por lo que siempre destacó nuestro amigo fue por extraordinaria capacidad de abstracción. Lector todo terreno, era capaz de darte a conocer cualquier clásico de las ciencias sociales con una claridad y concisión exquisitas como valorar críticamente cualquier obra de la literatura de creación con un juicio crítico matizado y excelente. Siempre recuerdo que a través de su consejo conocí las obras del recientemente fallecido Domingo Villar, amén de otros numerosos autores cuyos libros leí fiándome de su juicio crítico siempre y de su excelente y matizada capacidad crítica.

De ideología progresista, su valoración de nuestra vida política y de los personajes y personajillos que pululaban por ella era para los que éramos sus amigos de gran valor por su capacidad valorativa crítica. Las tertulias que mantenía con Domingo en la cafetería del hotel Reconquistas primero y después en el hotel Ramiro I todas las semanas eran para mí una auténtica fiesta cultural.

Quizás, piensa uno ahora cuando se enfrenta a su desaparición, que su valía intelectual no fue conocida para muchos como debería haberlo sido. Pero, sin duda, sí lo fue para sus alumnos que siempre le distinguieron con su reconocimiento y amistad. Domingo fue, sin duda, un intelectual ágrafo que escribió poco (aunque lo que publicó fue de gran calidad intelectual como le fue reconocido con su tesis doctoral), pero que difundió su saber con la palabra entres sus amigos, discípulos y conocidos.

Como persona y amigo hay que reconocerle con la máxima puntuación. Siempre dispuesto a echarte una mano en las situaciones difíciles y a cauterizar tus heridas con sus sabios y prudentes consejos. David, su hijo y sus nietos, tienen que estar orgullosos de haber tenido un padre y un abuelo como Domingo y nosotros sus amigos de tener la suerte de haber contado con su amistad que ha enriquecido sin duda nuestras vidas. Que la tierra le sea leve.

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