Rabanne, la inocencia del mar de Bretaña

María José Iglesias

María José Iglesias

"El más hermoso atuendo de un hombre o de una mujer es la inocencia". Francisco Rabaneda y Cuervo, Paco Rabanne, se mantuvo fiel a su frase. Tal vez por eso quiso retirarse en Portshall (Finisterre, Bretaña), el pueblo del que se enamoró cuando vio el dolmen de Guilliguy dominando el puerto. Ayer murió cerca de ese mar tan bello como la inocencia, que tanto amaba. Quizás le recordaba al de su lejana infancia en Pasajes (Guipúzcoa) y, más tarde, Morlaix (Bretaña) y Les Sables-d’Olonne (Vendée). "El metalúrgico", como lo llamaba Chanel, vivió con un pie en el futuro. Desde ayer habita en un pasarela eterna. "Barbarella", una película mediocre, pasó a la historia por el vestido verde de Rabanne que consagró a Jane Fonda como "moderna" oficial de Hollywood. Sus diseños siguen inspirando medio siglo después. Hasta Audrey Hepburn cambió a Givenchy por Rabanne en "Two for the Road" ("Dos en la carretera"). En 1975 predijo la Tercera Guerra Mundial. Decía tener 75.000 años y vivió fascinado por el esoterismo. Ciertamente su bello reino no era de este mundo.

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