El legado de Menéndez Pidal en el siglo XXI

Los aprendizajes contemporáneos de la obra del pensador

Jesús Menéndez Peláez

Jesús Menéndez Peláez

Un año más se acerca esa fecha del "Día del libro", un referente en el que el libro es el gran protagonista de excepción. Si durante todos los días del año el libro nos acompaña como el mejor compañero, interlocutor mudo, con el que dialogamos silenciosamente, el 23 de marzo, es su fiesta patronal o sacramental, de manera especial el libro escrito en una de las lenguas más importantes del mundo: la lengua de Cervantes La muerte del autor de "El Quijote" (también recordamos al gran Shakespeare) es un aniversario que ha calado, afortunadamente, de manera muy eficiente en la cultura actual. Todos recordamos, sin duda, las adquisiciones que con este motivo adquirimos el pasado año y tenemos ya "in mente" el próximo auto regalo para día tan señalado en este año. El "sufrido y amable lector", como diría Cervantes, me permitirá evocar una de aquellas adquisiciones que ha ocupado mi atención en estos meses, como lector profesional de Filología Hispánica: "El legado de Menéndez Pidal en el siglo XXI". Que una revista de tanto prestigio como la Revista de Filología Española dedique dos gruesos volúmenes a analizar el legado vigente, aquí y ahora, revela la grandiosa fecundidad de quien es considerado el padre, el gran maestro de los estudios filológicos en la lengua de Cervantes. Esto parece incuestionable. El lector interesado en conocer el "status quaestionis" de las distintas parcelas lingüísticas en la investigación actual tiene en esta obra una gran fuente de información, tanto si fuere especialista o tan sólo simple aficionado. Quienes estudiamos, a medidos del pasado siglo, en la Universidad de Oviedo Filología Románica (sección francesa o sección española, así rezan lo títulos de licenciatura o de doctorado) en la segunda mitad del pasado siglo XX, Pidal y los nombres de quienes configuraban su escuela eran familiares a todos nosotros. Rafael Lapesa, Navarro Tomás, Américo Castro, García Solalinde, Diego Catalán, Dámaso Alonso... En nuestra Facultad de Filosofía y Letras la sección de Filología Española era un referente nacional. Los nombres –cito tan solo los que ya han pasado a la otra orilla del más allá– Alarcos Llorac, –cuyo legado fue puesto de manifiesto recientemente en lo que sería su centenario existencial– Carlos Claveria, Caso González, Díez-Echarri, Galmés de Fuentes, Martínez Cachero, Jesús Neira... marcaron, desde mi modesta apreciación, una época histórica. Con muchos de ellos tuve el honor de ser alumno y posteriormente compañero de claustro. Su magisterio perdurará para siempre y su legado sigue vivo aquí y ahora. El "Día del libro" es ante todo un homenaje a la lengua española, que custodia desde el siglo XVIII la RAE. Precisamente esta institución, constituida por los llamados "inmortales", tiene en marcha uno de los proyectos más ambicioso: el "Diccionario Histórico de la Lengua Española". Grupos de especialistas están empeñados en llevarlo a acabo, aunque, por la gran dificultad que lleva consigo, será difícil que mi generación lo vea concluido. El estudio diacrónico de una lengua exige tiempo, especialización y paciencia. Menéndez Pidal nos dejó obras que permanecen con todo su rigor en el hoy. Su "Gramática Histórica", su "Orígenes del español", su "Crestomatía del española medieval", así como la treintena de los publicados en la llamada "Colección Austral", eran libros de mesita de noche, en aquellos años.

Traicionaría mi conciencia si no citase una obra, recientemente aparecida, como el "Diccionariu etimológicu de la Llingua Asturianu", del Profesor José Luis García Arias. La considero una obra monumental (siete volúmenes) y sumamente útil para cualquier romanista o para cualquier asturiano deseoso de conocer la gran riqueza de las "hablas" de Asturias. Vayan por delante mis disensiones con mi admirado colega en otras reivindicaciones, que el autor legítimamente defiende, aunque quien subscribe no las comparta No es este el lugar de discutir estas desavenencias. Siempre me pareció muy útil, en estos casos, el binomio de Ferdinand Saussure lengua /habla (langue/parole). Mi lengua vehicular fue y será siendo el español, mientras mi habla nativa es la de un rincón apartado de Asturias: la parroquia de Lavio (Salas). Pero compruebo que cuando voy a mi placenta étnica, compruebo que tengo que repetir la frase de Cervantes, "no hay pájaros en los nidos de antaño"; los cerca de cuarenta vecinos, hace 70 años, ahora no llegan a la decena y con fecha de caducidad. Si no hay "pájaros", no hay trinos lingüísticos, ni en el ámbito familiar, agrícola y ganadera, principal caldo de cultivo del habla de mi parroquia. Con los pocos vecinos que quedan utilizo el "habla" de mi niñez y adolescencia. Pero desde hace años asistimos a una hecatombe de la vida rural. La "fanona" o "argañón" de la Asturias vaciada favorece no sólo los incendios asoladores, sino también la pérdida de estas hablas; la caja mágica del TV hizo desaparecer las "filas" y "esfoyones", en los meses invernales, durante las cuales se transmitía una literatura oral en nuestra "habla", entonces viva y vigorosa; finalmente las nuevas tecnologías del campo cavaron su sepultura. Intentar resucitarlas y llevarlas a los núcleos urbanos, donde se concentra la mayor población de Asturias, es como pretender hacer un hayedo ("faedo") a la orilla del mar. Por mucho que se rieguen no se desarrollarán. La lengua en las zona urbanas de Asturias es la española, entreverada con modismos léxicos o tonemas que denotan el origen de esas gentes exiliadas de sus aldeas, esto ocurre en todas las lenguas. Zurich, Munich o Viena tienen el alemán como idioma estándar, pero tiene diferente particularismos; lo mismo ocurre con el francés de Normandía respecto al francés del Midi del sur de Francia. Mi admiración y ánimo a quienes piensan lo contrario y se esfuerzan por restaurar lo que para quien subscribe es una utopía Por eso colaboré con el profesor García Arias para recoger algunos términos, ya muertos o agonizando, específicos del "habla" de mi parroquia. Siempre admiré en mi colega su tesón como investigador y su coherencia existencial con lo que investiga. Su "Diccionariu" es un ejemplo de una investigación rigurosa; como gran romanista que es: a cada termino, además de su etimología, le acompañan frases, tomadas de las distintas "hablas" asturianas, que denotan su ejemplificación, su "Sitz im Leben" (perdón por el germanismo que expresa mejor la "situación en la vida" de esa palabra)– García Arias enlaza con el legado de Menéndez Pidal o de Corominas. Uno de los proyectos que Pidal no pudo lograr es el referido a la lexicografía, aunque lo intentó. En 1918, Pidal firma un convenio con la recién creada editorial Calpe para la elaboración de "un gran diccionario". El maestro payariego buscaría los colaboradores. Los tres grandes pilares de la proyectada obra serían, junto con Pidal, García Solalinde, Américo Castro y Navarro Tomás, a los que se sumarán otros colaboradores de distintas regiones. Pidal les recomienda: "Desearía conocer las palabras o expresiones que no sean corrientes en el castellano común y sean sin embargo usadas entre las gentes de esa región... conocer en qué sentido acepción se usan". Este trabajo de campo era muy laborioso. Por eso, en 1919, es decir, un año después de firmar el proyecto, García Solalinde, uno de sus pilares escribirá a Pidal diciéndole que le exima de esa función; aunque don Ramón en principio no acepta, recibe otra carta muy pesimista de Américo Castro. Finalmente, Pidal se ve obligado a rescindir el contrato con Calpe. Pero su espíritu permaneció en estado de latencia en jóvenes investigadores. Sus "Notas sobre el bable de Lena" y su "El dialecto leonés" sembraron una semilla que fructificó en numerosos trabajos, como tesinas o tesis doctorales, bajo títulos de "El habla de...". García Arias enlaza, a mi juicio, con esta tradición pidaliana. Pero su obra rebasa con creces todo lo publicado hasta ahora. También enlaza con el gran "Diccionario etimológico" (a 1954), de Corominas. En la introducción, el gran filólogo catalán nos dirá que utilizó glosarios regionales y de manera especial "el valiosísimo y riquísimo glosario de Colunga, reproducido casi íntegramente, escrito por Vigón" (se refiere al "Vocabulario de Colunga", 1928). ¿Qué adjetivos aplicaría hoy Corominas a la obra de García Arias? Mi admirado colega nos deja una obra única; para este modesto profesional de la Filología Hispánica es la más apreciada durante los años que profesa como tal. Por ello me congratulo de que se le haya otorgado, con toda justicia, ese galardón de la "Medalla de Asturias" García Arias enlaza también con la obra de "Fernán Coronas" o Padre Galo, un gran intelectual, gran políglota, que estudio la "fala" de su Cadavéu (sic). El misionero oblato veía en el "habla" de un pueblo la fuente esencial de antropología; el "habla" es la cualidad más humana que nos distingue de otros seres (la "doble articulación", de A. Martinet; incluso se podría decir que el "habla" tiene una dimensión teológica: la única definición que la Biblia da Dios es que es "Logos", "Verbum, Palabra". La recuperación de la obra dispersa del misionero oblato es un proyecto que avala en la actualidad la Fundación Valdés Salas. Forma parte igualmente del legado de Menéndez Pidal, aunque no se hayan tratado. Si el payaeiego escribió, en sus inicios sus "Notas sobre el bable de Pajares", el valdesano dejó centenares de papeletas lingüísticas sobre la "fala".

Disfrutar de la lectura es un placer al alcance de todo el mundo. No hace falta tener un bagaje científico, como pudiera desprenderse de las referencias anteriores; aunque es de justicia y, a la vez un orgullo para cualquier asturiano y español, que el legado del padre de la filología española, vinculado al pueblo de Pajares, conserve hoy toda su frescura.

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