Respeto generacional

Preservar el legado de nuestros mayores

Respeto generacional

Respeto generacional

Javier Batalla

Javier Batalla

Son muchas las pautas que hacen que un país sea singularmente civilizado y otro lo sea primariamente. Una, puede que sea el modo y actitud que la sociedad adopta hacia las personas de edad avanzada. Hay sociedades que olvidan e ignoran a sus mayores, y otras que en cambio los asisten. El progreso técnico y las sociedades posmodernas son menos sensibles, y al contrario, las sociedades preindustriales estaban más concienciadas para ellos.

Hoy, su saber histórico parece innecesario, no se les escucha; y ahora que su quehacer es parco, no se les utiliza. Lejos de las modas y del consumo dirigido, perseverantes en costumbres tradicionales y gastos utilitarios, los mayores no parecen aptos para esta sociedad que potencia un consumo indolente en una economía lineal que produce, consume y tira a la basura, abocada a ser insostenible.

¡La ingratitud lo llena todo!

La creencia que el mayor es un individuo improductivo no responde a realidad de los tiempos que vivimos. Es evidente que en ausencia de enfermedades y obstáculos sociales puede continuar siendo un activo no solo laboral sino intelectual. Sirvan algunos ejemplos: Picasso, considerado al final de sus días como el más joven de todos los pintores de nuestro tiempo; Gustavo Bueno, un filósofo universal que legó a una avanzada edad una obra excepcional, o Einstein, que finalizará su teoría sobre la relatividad en la vetustez.

El 40% del consumo mundial lo realizan los mayores de 65 años. Un porcentaje elevado de la generación sénior de 50 años europeos ayuda financieramente a sus hijos. Más de 17 millones de ciudadanos mayores de 50 años constituyen una destacada pirámide demográfica y son parte sustancial con derecho a voto. La medicina en el intervalo de las últimas cinco décadas han experimentado más avances a favor de la longevidad que en los cincuenta siglos anteriores.

Platón lo dejo escrito: "El momento en que la discreción, la prudencia, la sagacidad y la capacidad de enjuiciamiento alcanza su auténtica cima".

¡La edad es un estado mental del individuo!

Deberían –en estos nuevos tiempos– hablar –las nuevas generaciones– de la belleza, los valores y el juicio sereno de sus mayores, es decir, aplicar la máxima del respeto generacional de los más jóvenes hacia sus padres, sus abuelos y de paso a sus maestros; que con el ineludible paso del tiempo será a ellos mismos.

Hay pueblos y sociedades con sentido común que saben discernir a una generación que ha realizado infinidad de sacrificios, ha alimentado esperanzas y padeciendo innumerables contratiempos –tenían muy claras sus lealtades–. Habían aprendido a sobrevivir en condiciones difíciles y se sentían orgullosos de lo vivido sin quejarse de lo padecido –pocas cosas compensan tanto en la vida como el deber cumplido–. Fue una admirable generación que ha contribuido al periodo de paz y prosperidad más longevo de nuestra historia contemporánea. No entraremos en detalles del coste que han tenido que pagar en general y en la pandemia en particular.

Un tiempo nuevo solo es entendible y aceptable cuando sea un instrumento al servicio de todos. Una cosa es proponer ideas nuevas, y otra muy distinta ningunear a nuestros mayores. Todo presente está inexorablemente unido a un pasado. Se idealiza la juventud. No obstante, somos el país de la OCD con mayor paro juvenil. Ya nos lo dejo documentado Cicerón: "Nada hay más agradable que la vejez rodeada de una juventud afanosa de aprender".

Es importante mantener y preservar el legado, sea cual sea, de los que nos precedieron.

Reescribir la historia y borrar la memoria es una adulteración que tiene por objeto adoctrinar y trastocar –rara vez se oye una idea verdaderamente nueva–. La prudencia aconseja no aceptar salvoconductos expedidos con la bendición de los nuevos redentores, requeridos a predicar como malabaristas de las palabras y loritos desafinados en este concierto para consumo de distraídos y con este ardid desorientar a los más jóvenes con una finalidad "colocarlos y marearlos"…

Lo viejo es feo, no sirve, trastos rotos, se tira…

Es un hecho ya incontestable que viviremos más años y que ello supone cambios en la organización social del mundo. Hay que poner las bases para que los más infortunados no terminen sufriendo el aislamiento y el olvido víctimas de la indiferencia burocrática institucional. No existe mejor prueba del progreso, del desarrollo y de la civilización de un pueblo que su capacidad para aceptar la dignidad del proceso vital en su totalidad, y adoptar una actitud generosa y de apoyo hacia los mayores en general y en particular a los más desafortunados.

En nuestra nación conviene tomar nota distinguiendo lo relevante de lo accesorio –y más si cabe– en tiempos complejos plenos de individualismos y mercenarios alimentados por populismos de toda lid –con pretensiones cada día más invasivas– que lo infecta casi todo y lo convierte en una mezquina "politiquilla" con slogan torticero basado en el marketing electoral.

Para cambiar la situación es necesario cambiar de actitud. Corresponde al Gobierno en primer lugar, y a nuestra comunidad en general, otorgarles presencia, apoyo económico y logístico, modificar las actuales condiciones que permitan a los pensionados continuar generando sostenibilidad al sistema, fomentar y promover alternativas que tengan en cuenta las posibilidades de aquello que calificaron como "tercera edad" y favorecer las relaciones y vinculación intergeneracionales que eviten estereotipos vinculados a la edad, más propios de la caverna que de la luz.

Sigamos el consejo de Machado: "Se oyen palabras viejas, agudizad las orejas".

En conclusión: ¡Más legislación y respeto generacional!

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