¡Qué feos somos!

Cánones de belleza

Fernando Granda

Fernando Granda

Los cánones de belleza evolucionan como las personas. Al fin y al cabo son éstas quienes los dictan. Por eso digo que hoy somos feos, ya que muchas personas suplantan su naturalidad con dibujos en la piel o estirándola en algunos órganos, con inyecciones o con la implantación de anillas metálicas y otros diversos métodos para "mejorar" su figura estética. Si los griegos establecieron en la edad antigua unos cánones marcados por los artistas, hoy son otros quienes dicen dónde está la belleza. No me atrevo a señalar quiénes son. Y es que parece que necesitamos unos aditamentos para mostrarnos bellos. Estirar labios u orejas para incrustar en ellos/as platos o argollas eran costumbres de primitivas tribus africanas, como los Mursi, que así daban importancia a su cuerpo. Pero esas peligrosas costumbres demuestran un grado de barbarie hace mucho descartada en pueblos civilizados. Algunas de las modas de hoy día parecen regresar a esa inculta crueldad.

Collares, pendientes, broches, sombreros, pañuelos son prendas de quita y pon que adornan nuestro cuerpo desde el amanecer de la Humanidad y permanecen con variaciones. Pero hoy lo que priman son los tatuajes, los piercings, los estiramientos de piel, los retoques de cirugía… adornos permanentes.

La moda del bótox es tal que, según la Asociación Americana de Cirugía Plástica en 2020, se realizaron en Estados Unidos más de cuatro millones y medio de operaciones para su tratamiento. El bótox es una droga derivada de una toxina que puede causar cefaleas, náuseas, inflamaciones y hasta parálisis facial y es empleada en medicina para la eliminación temporal de arrugas, es decir, disimular el envejecimiento. Unas imágenes reflejadas en los medios tras unas investigaciones policiales ante presuntos fraudes realizados por personal sin conocimientos médicos han sacado a la luz los terribles efectos sobre rostros de personas sometidas a dichos tratamientos. Caras tremendamente deformadas, labios desmesuradamente abultados, hinchazones en ojos, nariz, pómulos como consecuencia de tratamientos realizados por personal sin estudios sanitarios.

Si vemos el tema de los tatuajes hemos de destacar que no es una imagen temporal. Y si la perfección clásica decía que el cuerpo humano era en sí el sumun de la belleza, reflejada en sus músculos, los dibujos epidérmicos tapan esa belleza muscular o proporciones que reflejan la perfección de la naturaleza. Por supuesto, tanto en el caso del bótox como en el del tatuaje servirían para ocultar o disimular un presunto defecto, casos excepcionales en su mayoría.

El caso de las anillas y piercings no solamente es llamativo sino que refleja lo que en tiempos fue un símbolo de falta de libertad. Una anilla enganchada en las fosas nasales, en los labios, en los párpados eran colocadas, incrustadas para ser atados y evitar la huída de animales, esclavos, presidiarios, precisamente en casos de descontrol o inseguridad. Porque la libertad no necesita ataduras. Además suelen causar infecciones, entorpecer la higiene corporal y, por el sitio donde se inserten, producir cierta incomodidad. Cualquiera de los aditamentos señalados es voluntario y de decisión personal, claro, aunque denoten un grado cultural. Los tatuajes eran indicativos de un paso por prisión o estamentos marginales; los piercings les eran colocados a los esclavos recién capturados por los negreros.

En definitiva, el arte suele buscar la naturaleza, la belleza, la imagen de la persona. Contaminar esa imagen estirando su pie, dibujando sobre su naturalidad, resaltando unas partes sobre otras de un cuerpo natural, insertando objetos en algunas de esas partes, además, puede indicar una ideología o una tendencia social. Hablar de cabelleras sería otra historia. Igualmente pienso sobre el tema de los garabatos conocidos como pintadas callejeras, distintas de los graffiti, un arte en su mayoría. Hay ciudades como Madrid donde no queda cierre, portón, persiana o cristalera comercial sin garabatear. Respecto al pelo, la variedad de los cortes y peinados forman un compendio de personalismo diverso. Lo muestra una peluquería que hay en mi barrio: "La vida es demasiado corta como para llevar un pelo aburrido".

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