Más cañones, menos mantequilla

Francisco García

Francisco García

A lo que se ve, Asturias es cada vez más región de cañones y menos de mantequilla. Cada vez van quedando menos ganaderos de leche en las alas que se vacían, al tiempo que en el área metropolitana florecen los encargos de material bélico para la fábrica de armas de Trubia, que ya tiene garantizados contratos hasta la próxima década. La vida es una rueda o un círculo vicioso que nos conduce por épocas del “Tractor Amarillo” de Zapato Veloz a las “Hazañas Bélicas” de los Stukas.

En los tiempos que corren, plenos de inseguridades territoriales y de tensiones armamentísticas, conviene reforzar las defensas y rearmarse hasta los dientes. Podrá disgustar esta aseveración a nuestras sanas intenciones pacifistas, pero con una guerra ya larga en Ucrania y con Rusia por medio ningún país europeo de la Alianza Atlántica debería desatender las obligaciones de vigilancia de las almenas de su castillo. No es mala cosa pues, aunque fuera solo por cuestiones preventivas, que la factoría trubieca fabrique carros de combate para que supuestos enemigos no sobrepasen nuestras defensas con la facilidad con que el cuchillo corta la mantequilla.

Cuando vienen mal dadas y suenan tambores de guerra, el Ministerio de Agricultura se supedita a lo intereses del de Defensa. En la primera contienda mundial, los nitratos dejan de usarse para fabricar fertilizantes y se desvían a la producción de munición. Durante la segunda gran guerra, se atribuye al nazi Göring la siguiente reflexión lapidaria: “Los cañones nos harán más fuertes; la mantequilla sólo nos hará más gordos”. La Italia fascista se llenó en esa época de carteles con el mensaje “Burro o cannoni”. Y más cerca de nuestros días, la Dama de Hierro Tatcher lamentó en un discurso que «los soviéticos antepusieron las armas por encima de la mantequilla, pero nosotros pusimos casi todo antes que las armas».

Los que profesamos el marxismo (el de Groucho, no el de Karl; el irónico, no el siniestro) no podemos dejar de recordar en estos días aquella mítica frase de “Los hermanos Marx en el Oeste”, mientras los tres genios desguazaban un tren en marcha para atizar la caldera de la locomotora: “¡Más madera, es la guerra!”

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