Crítica / Cine

A nuestros amores

Toda una proeza cinematográfica del asturiano Diego Llorente

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Esta es una historia de amor a tres vendas. Porque hay tres heridas distintas, aunque solo una de ellas tenga un dolor doble. El foco se centra en Marta, que empieza la película a punto de zambullirse en el agua de una piscina. El agua no es solo una presencia líquida a la que recurrir como escenario fotogénico. Hay duchas reparadoras o excitantes, incursiones en el mar que encienden fuegos en lugar de apagarlos, horizontes que sirven de contrapunto natural a paseos donde hay mucho de qué hablar. O de qué callar. "Notas sobre un verano" ofrece a Diego Llorente la ocasión de jugar con los silencios más allá de la duda, convierte cada escena de apariencia trivial en un momento donde se cuece mucha información en segundo plano.

Las miradas y los gestos esconden y revelan la clave. Lo cotidiano como armazón para explotar lo extraordinario que hay en cada existencia, por normal y corriente que parezca. Y doliente, claro. Porque esta historia trata de una mujer joven y de sus amores inciertos: su novio actual o su ex novio llegado del pasado. ¿Cuál tiene más futuro? Llorente se aproxima a ese triángulo amoroso desde la cercanía pero manteniendo las distancias, sin entrometerse para que sean los personajes los que tengan el mando y expongan sus razones, o sus corazones, sin subrayados ni estridencias, con la mesura y austeridad que tanto dominaban cineastas expertos en la sugerencia y el atisbo, en la insinuación y la veracidad. Suenan muy reales los personajes de la película en un mundo de irreales entornos (ese vagón de Metro donde se entroniza la soledad compartida), y se les ve como seres creíbles, incluidos los secundarios que aparecen en cenas de amistad, con charlas en terrazas o para risas regadas con sidra mientras se desgranan temas mayores a media voz como la precariedad laboral, las dudas y deudas vitales o el desgarro de la pérdida (esa magnífica escena en el cementerio de flores marchitas y recuerdos recién cortados…).

La experiencia previa de Diego Llorente en un cine de verdades mostradas con horma realista y pliegues de lirismo sin contaminar (se podrían encontrar conexiones con los credos de Pialat o Kiarostami) le ayuda a forjar una proeza digna de admiración, con guión que parece escribirse sobre la marcha a hombros de la naturalidad sin impostar, un impecable tratamiento audiovisual (lo que consigue con un presupuesto escuálido es asombroso, ojalá le abra puertas para recibir más apoyos en el futuro) con encuadres precisos y elocuentes, y un reparto sin fisuras. La aportación de una extraordinaria Katia Borlado es fundamental a la hora de construir un personaje vitalista que pelea con sus miedos e inseguridades luchando por salir a flote y no ser tragada por la marejada de las penas y las penurias, capaz de fundirse en un abrazo acuático que presagia oleadas carnales o derrumbarse sin remedio cuando los códigos del amor obligan a elegir, y eso la zarandea sin piedad. En fin, que estas "Notas sobre un verano" de raíz asturiana merecen una muy buena nota.

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