Inteligencia artificial al desnudo

Las tecnologías futuristas generan nuevas formas de acoso

Pilar Garcés

Pilar Garcés

La respuesta a si la inteligencia artificial servirá para mejorarnos la vida la tienen en Almendralejo (Badajoz). En esta ciudad de algo más de 30.000 habitantes hay una veintena larga de familias agobiadas porque circulan fotos falsas de sus hijas desnudas, manipuladas con uno de esos programas, y también vídeos donde aparecen varias chicas igualmente sin ropa. La cabeza de tu niña de 11 años, 14 o 17 y el cuerpo de una estrella del porno, por iniciativa de unos cuantos compañeros de colegio o instituto atentos a cualquier novedad tecnológica que les permita alimentar su cortedad y su misoginia. Sería una acción repugnante, un atentado contra la imagen de unas menores y un riesgo para la salud mental en una edad muy vulnerable, pero es que encima pidieron dinero a alguna de las víctimas a cambio de no viralizar su collage. Los padres de las afectadas saben perfectamente quiénes han sido los perpetradores de semejante idea, allí se conocen todos. No estaría mal tener las identidades y las fotos de esos posibles delincuentes juveniles, e incluso las de quienes las han reenviado, para divertirnos todos un rato con el algoritmo, pero no se puede ni se debe. Protección de datos y de la infancia. Contaba la madre de una afectada que le preguntó a su hija si se había hecho fotos desnuda, como un juego con sus amigas, pero no. No hizo falta, cogieron el rostro de sus redes sociales y le añadieron el resto; ahora se burlan de ella en el patio y le da vergüenza ir a clase. Como ya he oído a expertos alertar de las imágenes que las crías comparten con sus pares en sus perfiles o por el teléfono, y viendo que solo haría falta que uno de esos desnortados capte su cara con el móvil yendo por la calle, me pregunto si acabarán por recomendarnos que las mandemos al colegio con pasamontañas. O con burka.

Las máquinas están facilitando nuevas y creativas formas de machismo, no parece una simple casualidad que los autores de las fotos fraudulentas sean chicos y las víctimas chicas. Las familias de ellas están invirtiendo un montón de tiempo, energía y dinero en denunciar el atropello. Sabemos de muchas actrices y modelos que llevan años en el mismo afán, tratando de eliminar de internet películas de adultos que nunca han protagonizado, y de músicos igualmente en guardia porque su voz falseada se ha utilizado para crear canciones que no son suyas. Tareas imposibles, por cada archivo que desaparece se crean miles de nuevos productos adulterados. Parece que el asunto solo preocupa a quien lo sufre de manera directa, y que el control del abuso de esta tecnología de momento es un debate teórico sin demasiada trascendencia práctica. Está bien filosofar sobre lo auténtico y lo engañoso, pero alguien habrá haciendo dinero con herramientas que, como la aplicación usada por los chavales de Almendralejo, proponen "desviste a cualquiera con nuestro servicio gratuito". Desnudar al prójimo sin su permiso ahora no cuesta dinero, aunque no debería salir gratis a los chantajistas que han demostrado tan poco respeto por sus compañeras, y tampoco a quienes facilitan a personas inmaduras la práctica de este nuevo tipo de acoso. Puede que el empacho de desnudos no deseados nos lleve a buscarle mejores utilidades a la inteligencia artificial, una bomba cuando se mezcla con la estupidez natural.

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