La parada de los monstruos

Francisco García

Francisco García

Atechado bajo el tendajo de una ominosa decisión sin precedentes en la democracia española, Pedro Sánchez, Esaú pavoroso, se dispone a entregar las llaves del Estado y de la caja de caudales de las arcas públicas a los independentistas catalanes a cambio de un plato de lentejas. Escasa comanda para tan elevado coste, diríase si no fuera porque el taimado previsiblemente tratará de engañar a sus delictivos socios con un perdón judicial que no avalan los jueces, con idénticas argucias con las que ha tomado el pelo a la mitad de los españoles. Porque este país se encuentra, más que nunca en las últimas décadas, partido en dos, entre los que acatan la Constitución y los que se la saltan en beneficio propio y partidista.

El continuado ataque a la independencia judicial y a la imagen de los jueces ha logrado poner de acuerdo en este momento crucial a la judicatura entera, un éxito impensable en un país donde, también, se etiqueta a los magistrados como conservadores o progresistas. El grave deterioro del Estado de Derecho que denuncian los jueces tiene nombre y apellidos. Y también siglas.

La amnistía pactada supone un duro golpe en el mentón del Tribunal Supremo y del Tribunal de Cuentas, cuyas decisiones pasadas tornan ahora prevaricadoras por el interés de un señor por mantener la silla en La Moncloa, ayudado no ya por un gobierno Frankenstein sino por la parada entera de los monstruos de Tod Browning en versión 2.0. Una deformidad trágica que barrunta una legislatura imposible.

Someter a las instituciones del país a semejante escarnio por el mero afán de gobernarlo a toda costa es acción rayana en la psicopatía. ¿Dónde queda la promesa o el juramento de acatar el sacro dictado del imperio de la ley? Muy sencillo: bajo el arco del triunfo de Puigdemont y el resto de la recua secesionista, que se limpia las vergüenzas con el papel del texto constitucional. Que ojalá fuera estraza o lija en lugar de fina seda.

Suscríbete para seguir leyendo