Por una ciencia sin comisarios políticos

Una decisión para controlar a los científicos independientes y colocar a personas afines

Carlos Hernández Lahoz / Carlos Suárez Nieto

Acaban de destituir de su cargo de directora científica del Instituto de Investigación Sanitaria del Principado de Asturias (ISPA) a la Dra. María Victoria Álvarez. Se trata de una decisión arbitraria, tomada por políticos con poder sobre las instituciones dedicadas a la investigación biosanitaria y biomédica.

¿Qué buscan? Sin duda, controlar a los científicos independientes y colocar en los puestos clave a personas afines a su ideología o con vocación de vasallaje.

¿Cuál es su propósito? Subordinar el ISPA a la FINBA, Fundación creada para la captación y gestión de fondos, públicos y privados, con destino a la investigación, y que el director de ésta asuma la autoridad ejecutiva total. Lo contrario del criterio del Instituto de Salud Carlos III, de ámbito estatal, cuando señala que la gestión administrativa es la que debe estar subordinada a la dirección científica.

¿Cómo lo hacen? Con inmediatez, se convoca una reunión donde no figura la propuesta en el orden del día; el efecto sorpresa neutraliza las intervenciones y réplicas; y sin rubor se disfraza el cambio como apuesta hacia un mejor rendimiento de la institución.

¿Qué ocurrirá? La ciencia habrá perdido libertad y Asturias una oportunidad valiosa de futuro. ¡Ojalá no dañe a los jóvenes que tratan de abrirse camino con talento y esfuerzo! Y los lleve a pensar lo poco rentable que es contrariar al que manda, y que la justicia no lleva a ninguna parte.

¿Qué hizo Mavi Álvarez como directora? Generar con entusiasmo la ilusión colectiva de pertenencia al Instituto. Animar a los investigadores a la búsqueda de excelencia en investigación e innovación. Estimular la colaboración entre profesionales de ciencias básicas y clínicas, porque al final los resultados tienen que converger en soluciones frente a patologías aún resistentes. Todos somos, o seremos algún día, pacientes. Solo la ciencia hace posible descubrimientos y aplicaciones que mejoran la calidad de vida. Y esta ciencia está dedicada al bien común de la salud.

Las comunidades científicas son delicadas. Hay que tratarlas bien y Mavi Álvarez lo ha sabido hacer. Ha creado, con su experiencia investigadora y sensibilidad de gran mujer, algo que no es fácil: una atmósfera de confianza, cooperación y dedicación en todos, para remar juntos en la buena dirección. Se ha enfrentado a la politización, que es el primer peligro que se cierne sobre estas comunidades. Algunos políticos prefieren la sumisión de aquellos a los que deberían tutelar, en lugar de apoyarse en el diálogo y el respeto a la competencia científica. El segundo peligro, que sigue al primero y puede surgir cuando se politiza la ciencia, es el de sálvese quien pueda: los intereses personales por encima de todo lo demás; la competitividad mal entendida, la que degenera en ambiente hostil, desunión y rencillas personales, lo que nunca hubo allí.

¡Viva la ciencia, en libertad y dirigida por personas con méritos acreditables en concurso público, sin interferencia de comisarios políticos sin ninguna credencial de investigación!

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