La vida no es una tómbola

Las razones para no gastar ni un solo euro en el sorteo de la Lotería de Navidad

Cantaba Marisol aquello de que la "vida es una tómbola". Disiento. (Soy más de la versión en la que Manu Chao asumía que, si fuera Maradona, viviría como él). En cualquiera caso, si la vida fuera una tómbola, me resisto a imaginar que fuera una cantada por los niños de San Ildefonso. Muy a mi pesar, la cadencia machacona, insufrible con que los muchachos del cole madrileño despachan los décimos de la Lotería de Navidad es uno de los sonidos de mi infancia. El 22 de diciembre solía coincidir con el viaje familiar de rigor de Torrelavega a Lorca, y no había escapatoria posible ni emisora en la que refugiarse (ni un padre melómano que me ahorrase el sufrimiento, pero esa es otra historia). Lo peor, sin embargo, siempre venía después, con los telediarios haciendo la pieza de siempre para contar lo de siempre: tengo la sensación de que la lotería le toca todos los años a los mismos cinco señores de siempre (guiño, guiño, Carlos Fabra) que se esmeran en insistir, claro, en que invertirán el premio en los fines impecablemente convencionales de siempre: que si para tapar agujeros, que si para la carrera del chaval, que si para un viajecito...El día que uno de los agraciados reconozca que quiere la pasta para vivir como Maradona, igual dejo de ser uno de los pocos del periódico sin décimo.

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