El circo romano de Pedro Sánchez

Francisco García

Francisco García

No ha hecho más que izarse la carpa circense y a Pedro Sánchez se le afloja a las primeras de cambio la cuerda del funambulista que por un extremo sujeta el zanquero Puigdemont y por el otro los aguadores de Podemos, que no se resignan a dejar de representar el número repetido del contorsionista. Llega el presidente del Gobierno, jefe de pista incierta, a la primera función sin tener bien atado el elenco, tal que le crecen los enanos, le engorda el hombre bala, que no cabe por la boca del cañón, y se le bañan en lágrimas los payasos. Es lo que ocurre cuando uno confunde su media naranja con un pomelo, que se les rompe el amor de tato usarlo. Y el espectáculo deviene en un circo de pulgas en el que el domador se conforma con tocar los platillos.

Los secesionistas y los morados ponen reparos a los tres decretos que el Gobierno pretende convalidar mañana en el Parlamento. La aprobación de al menos uno de ellos resulta apremiante: el que extiende a 2024 gran parte del paquete de medidas anticrisis. Como el PSOE se queda sin el apoyo necesario de los chantajistas, en un sorprendente ejercicio de acrobacia Bolaños recurre al PP para que haga el papel de tragasables y le preste los votos que le niega la “troupe” de titiriteros. Que Sánchez se eche en los brazos de Feijóopara que le sostenga el trapecio se antoja un mayúsculo intento de volatinero escapismo.

Esperaba el líder plenipotenciario de los socialistas una legislatura amable, como de gira del Ringling Brothers, Barnum and Bailey Circus, y se va a encontrar descalzo en la arena de un circo romano, con los leones de bronce afilando el colmillo a las puertas del Congreso.

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