Sobre la reforma del mapa sanitario (I)

Por fin, por el buen camino

El plan de reorganización presentado por el Gobierno regional a profesionales, pacientes y partidos políticos

El acceso principal al Hospital  Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea.

El acceso principal al Hospital Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea. / D. Á.

Juan Luis Rodríguez-Vigil

Juan Luis Rodríguez-Vigil

Juan Luis Rodríguez-Vigil, expresidente del Principado y exconsejero de Sanidad, publica hoy y mañana en LA NUEVA ESPAÑA sendos artículos sobre la transformación del cambio del mapa sanitario que propugna el Gobierno regional, sometido ahora a un periodo de presentación a profesionales, oposición y colectivos de pacientes. 

En Asturias, son infrecuentes, en realidad excepcionales, los proyectos serios y verdaderos de reforma de entidad de cualquier clase de estructuras políticas o administrativas consolidadas, funcionen estas bien o mal, que aquí eso poco importa, porque en el marco de conservadurismo inane que, por lo que sea, se ha convertido en casi consubstancial a nuestro sistema autonómico, apenas existe cultura de evaluación critica leal y constructiva del funcionamiento de los servicios públicos, algo que, además, se suma, (al menos a efectos del mantenimiento de los estatus quo) a unos enfrentamientos políticos absolutos, bastante irracionales, y generalmente estériles, por cierto.

Habitualmente se considera acríticamente que esas estructuras están ahí, y que solo por eso mismo son logros o hitos que ya nada ni nadie puede alterar, y menos aún si hay que tocar mínimamente el correspondiente ámbito territorial, corporativo o sindical.

En definitiva, se suele considerar que esas estructuras forman parte indisoluble del paisaje político asturiano, y por ello la actitud habitual de los políticos en esta materia (y esta es cuestión que no suele quedar afectada por coloraciones político-ideológicas, pues vale para todos) se cifra en mantener la inercia del pasado, asumir y considerar intocables las rutinas preexistentes y evitar meterse en líos, acometiendo arriesgadas operaciones de reforma.

Ejemplo paradigmático de ello ha sido la bufo-reforma de la función publica asturiana que tuvo lugar en la pasada legislatura. Pero los ejemplos de conservadurismo infructífero pueden ser, incluso, de mayor entidad y más nefastos. Así, hemos mantenido, luchando hasta la saciedad y el ridículo, la minería subterránea del carbón de hulla cuando esta llevaba muerta decenios en términos de rentabilidad, o hemos sido incapaces en todos estos años de sistema autonómico de modificar mínimamente el mapa municipal asturiano, que en buena medida es disparatado, y de proceder siquiera a la fusión de municipios que son auténticas entelequias administrativas...

Y si todo eso puede predicarse con carácter general, por lo que se refiere al servicio público sanitario, la historia demuestra palpablemente que lo que ha definido la política sanitaria asturiana durante muchos, excesivos, años ha sido el coexistir con la inercia y la rutina, agarrarse al pasado, utilizar de continuo la retórica más o menos convincente, y tirar del mayor gasto si hay que salir de algún problema.

Salvo, excepcionalmente, en el tiempo de gestión del Dr. Blanco donde se hicieron cosas verdaderamente relevantes, y pese los cada vez mayores problemas que sucesivamente han aquejando a la sanidad pública, ha primado sobre cualquier idea de reforma, por necesaria que esta fuera, la pretensión de mantener la inercia y la rutina, el agarrarse al pasado y dejar correr las cosas, gastando más, más y más (por cierto, sin evaluar nunca la mayor eficacia del superior gasto), eludiendo siempre la adopción de cualquier medida problemática en el orden político general, o que tuviera relación con el personal (algo decisivo en este ámbito).

Justamente porque rompe radicalmente con la inercia, la rutina y el "dejar pasar que libro" definitorios de la política sanitaria asturiana durante décadas, me parece especialmente positivo, importante y, sobre todo, valiente, el proyecto de reforma del Mapa Sanitario de Asturias que acaba de presentar la consejera Concepción Saavedra, buena conocedora del sistema sanitaria asturiano, de sus pros y de sus contras de sus virtudes y sus recovecos y que, con esta decisión, creo que sabe a dónde va.

En la vida política regional hay poca afición al estudio y al análisis crítico, y menos aún sobre temas como el sanitario, favorecedor de todo tipo de demagogias (especialmente fáciles de hacer, bien por simple y atrevida ignorancia, o por oportunismo más o menos cínico) y, en consecuencia es evidente que este texto va a generar bastantes problemas e incomprensiones, exigiendo dosis relevantes de didáctica, de claridad y de paciencia y, sobremanera, de perseverancia y fortaleza en todos aquellos que tienen un mínimo efectivo conocimiento del sector sanitario, de su complejidad y de sus actuales necesidades y que quieren que el nuestro vuelva a ser puntero y ejemplar en España, como lo fue en los años ochenta y principios de los noventa del pasado siglo, abandonando la senda de la mediocridad y del conformismo que rebajan la calidad y hacen cada vez más complicada la accesibilidad de bastantes servicios.

El presente proyecto parte, en mi opinión, y por fin, de una nueva visión de la política sanitaria regional en un sentido de modernización creativa y realista, algo que resultaba muy necesario acometer, y que aunque solo fuera por eso ya merecería comprensión inteligente y apoyo.

El modelo organizativo de la sanidad que pusimos en marcha en el año 1984 respondía de manera adecuada a las necesidades de aquel tiempo, pero en el actual resulta evidente y meridiano que se encuentra claramente desfasado y superado.

Desde 1984 al presente se han producido enormes incrementos en la red de recursos humanos, materiales y tecnológicos dentro de un marco estructural que no ha sido objeto de modificación relevante, pese a que las pedía a gritos. Y a la par han cambiado enormemente los condicionantes que nos llevaron a crear 8 áreas sanitarias y un modelo organizativo determinado, pero propio del pasado siglo y de sus condicionamientos viarios, técnicos, tecnológicos, demográficos y de morbilidad, condicionamientos que hoy son muy distintos en todos los terrenos.

La disminución del tamaño de la población asturiana, con un envejecimiento notabilísimo, que genera en paralelo nuevas y acuciantes situaciones de dependencia; con una notable modificación de la morbimortalidad y con un incremento de la población inmigrante que está teniendo efectos que hay que valorar adecuadamente se unen a un cambio total en el régimen de transporte viario y telemático que ha cambiado por completo la forma de comunicación diaria entre las distintas comarcas de Asturias y por supuesto entre los distintos centros sanitarios. Se ha generado una normalización y ampliación del transporte urgente a través incluso de UVI móviles y de helicópteros para pacientes críticos que en 1984 era inimaginable.

En el ámbito tecnológico específicamente sanitario ha cambiado completamente todo el sistema de comunicaciones que permite la remisión continua y en condiciones de máxima calidad de imágenes, en paralelo a la incorporación en los distintos centros de sanitarios de la región de tecnologías diagnósticas y terapéuticas modernas de última generación cada vez más sofisticadas que tienen una capacidad resolutiva muy eficaz si funcionan en red y no aisladas. Y por último, la potente red de Atención Primaria existente, si es adecuamente dotada y estimulada, puede afrontar todo tipo de reformas en beneficio de los usuarios, ganando en calidad y en accesibilidad.

La razones para el apoyo de la propuesta son muchas y de gran entidad, sin perjuicio de que existan matices puntuales de discrepancia, que lógicamente, en el camino de la norma, podrán ser objeto de modificación y que, por ello, en modo alguno deberían impugnar la propuesta.

Quiero creer, además, que este proyecto es el comienzo de un periodo de reformas y mejoras del Servicio Público de Salud del Principado de Asturias que son necesarias y urgentes, y que desde luego no se deben agotar en la modificación del esquema organizativo territorial, con ser este muy, muy importante.

En todo caso, para contrarrestar la previsibles demagogias y las criticas apriorísticas, lo importante y determinante será conseguir que los ciudadanos tengan la seguridad, la certeza absoluta y la prueba real –como pienso que así va a ser– de que ningún servicio público asistencial hospitalario, extrahospitalario, o de salud pública, esté donde esté, se va a ver perjudicado o disminuido en su relación con los ciudadanos. Al contrario, que esos servicios, funcionando con el nuevo modelo en red, que debe de ser más eficaz y más capaz de cubrir las demandas asistenciales, van a mejorar.

Además de tener constatación palpable en la realidad cotidiana, eso debe de repetirse hasta la saciedad, por todo tipo de soportes, radio, TV y prensa, porque es ahí donde va a incidir la demagogia y la falsedad.

No hay que engañarse ni confiar en la providencia. Hay que establecer como verdad absoluta y efectiva la realidad de que ningún ciudadano va a perder nada de lo que actualmente disfruta. Al contrario, que va a ganar en calidad y en accesibilidad.

Romper con la rutina y la inercia y con el vivir del pasado es algo obligado en un sector como el sanitario que está en la vanguardia tecnológica, y que por ello exige adaptarse de continuo a nuevos tiempos y a nuevas fórmulas de organización para cubrir la creciente y cada vez más diversa demanda teniendo en cuenta los rápidos, a veces cambios de todo tipo demográficos, culturales, tecnológicos, ecológicos y de comunicaciones.

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