Un hombre que prestó un gran servicio a Asturias

Serafín Abilio Martínez promovió el movimiento patronal desde la unión y el consenso

Alfredo Canteli

Alfredo Canteli

Ayer acudí al funeral de Serafín Abilio Martínez Fernández todavía consternado por la triste noticia de su fallecimiento. Su pérdida deja, sin duda, un enorme vacío, no solo en quienes tuvimos la suerte de conocerlo bien, sino también en toda Asturias.

Se ha ido una figura clave en la historia moderna de nuestra región, determinante en la modernización socioeconómica y empresarial de Asturias y en la estabilización democrática desde la Transición.

Fue un personaje influyente en la sociedad asturiana y fue también un empresario de éxito. Pero, sobre todo, fue un trabajador nato que dedicó su vida a promover el asociacionismo y el movimiento patronal desde la unión y el consenso.

Por eso, en estos momentos de tanto dolor afrontamos su fallecimiento con profundo pesar, pero también con inmensa gratitud, porque Serafín Abilio tuvo una vida intensa, repleta de éxitos profesionales y sociales y nos ha dejado un enorme legado del que, aún hoy, podemos extraer grandes lecciones.

Lo conocí hace muchos años, tantos que ni siquiera recuerdo cuántos. Tuvimos una intensa relación personal y profesional, en nuestras vertientes bancaria y empresarial. Y colaboré con él en la Fundación Cruz de los Ángeles, como vicepresidente, cuando él la presidía. Pero he de reconocer que fue, precisamente, su valentía la cualidad que más me llamó siempre la atención de su carácter indómito e inconformista y, al mismo tiempo, apaciguado y conciliador.

Admito que, como Alcalde de Oviedo, siento no haber tenido la oportunidad de haber trabajado con él, puesto que cuando yo llegué a la política, su enfermedad ya le había apartado de la primera línea.

Me hubiese encantado coincidir en esta etapa de mi vida con un empresario y líder como Serafín Abilio, que no vacilaba en sentar a la misma mesa a los representantes de la patronal, a los sindicatos y a las Administraciones públicas, y lo hacía –casi siempre– con éxito.

Que creía en las instituciones y en la moderación por encima de todo, y al que no le importaba ejercer de incomprendido interlocutor cuando los conflictos amenazaban seriamente la estabilidad del sector, y con ella, la prosperidad de toda Asturias.

Y que, sobre todo, defendía sus ideas con ímpetu, pero con absoluto respeto hacia quienes no pensaban como él.

Sinceramente, en una sociedad tan polarizada como la actual, echo en falta liderazgos como el suyo.

Podría escribir muchas más líneas acerca de su amplia y exitosa trayectoria empresarial y profesional; o de su constante implicación con FADE; o de su incuestionable gestión al frente de la Confederación Asturiana de la Construcción, de la que fue presidente durante 34 años consecutivos; o de su empeño para crear la Fundación Laboral de la Construcción, entre otros muchos logros que alcanzó a lo largo de su carrera.

Pero todo eso lo conocemos bien.

Yo, como Alcalde y como amigo, prefiero finalizar reiterando el enorme cariño con el que siempre le recordaré y reivindicando, hoy más que nunca, su talante integrador y su espíritu conciliador, dos rasgos que debemos recuperar para construir el futuro de esta Asturias que él tanto quería y por la que tanto trabajó.

Hasta siempre, amigo.

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