Las mochilas

La moda para parecer un caracol

Jose María de Loma

Jose María de Loma

Tantos que ahora llevan mochilita. Se han convertido en caracoles. Por eso se arrastran al final de la jornada.

Hay quien lleva la mochila como si fuera tres meses a Asia Menor y quien la adquiere con proporciones aptas para meter un piano. Si te los topas en una cola o en una bulla o se te pegan en la barra de un bar estás jodido. Te arrearán sin ser conscientes de que sus medidas corporales han crecido por la espalda. Cada giro que den, cada paso atrás, zas, mochilazo en toda tu cara. O abdomen.

Las mochilas más numerosas que pueblan nuestras urbes ahora son oscuras, como de ejecutivos y pensadas para llevar el portátil, el botellín de agua y quizás una muda o documentos. Hay quien no tiene nada que llevar pero las usa para ir a la moda. Hay quien lleva los libros del instituto o el material para acudir a la academia. Si eres padre o abuelo te puede servir para meter los bártulos del niño, una vez recogido de la escuela. Incluso al niño, si se deja . Si se deja, nos deja un rato tranquilos, aunque no es mal plan llevar donuts en la mochila y en caso de no poder meter al niño, meter un donut en su boca para que no dé la lata.

Aunque, bien pensado, ahora los niños no hablan ni dan el latazo. Están con el móvil o la tablet todo el rato. Así que ya hay otra excusa para llevar mochila: llevar las pantallitas del niño. Antes preguntaban si les habías traído merienda y ahora preguntan si le has traído el móvil.

Hay mochilismo en auge que nada tiene que ver con los mochileros, que son viajantes bohemios o no tanto y que llevan la casa a cuestas y las cinco camisetas que van a usar en un mes viajando por Europa. A no pocos deberían darles un carné para conducir (llevar) mochila. Tienen más peligro que algunos con el patinete.

Hay gente que lleva mochila pero no se la vemos. Mochila de la enfermedad. Del desánimo, del desencanto, la derrota o el desamor. Mochila que a duras penas pueden portar hasta el sofá al final del día por ver si una cerveza y una serie de Netflix les quita algo de desazón. Y de peso.

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