Opinión

La cacería

Ábalos, en una imagen en su escaño en el Congreso de los Diputados.

Ábalos, en una imagen en su escaño en el Congreso de los Diputados. / EFE

Nada excita más al conglomerado político-mediático-populista de cualquier oposición al poder que una gran cacería, sobre todo si la cosa va de corrupción. Suenan trompas de caza, una ruidosa jauría emprende carrera tras los rastros y el tropel de jinetes va pasando del trote al galope, haciendo temblar la tierra. Aunque el objetivo es siempre una pieza de muchas puntas, nunca se sabe hasta el final, lo que añade excitación. La democracia ha conocido unas cuantas de rango nacional, tal vez las dos mayores las del "caso Roldán" y el "caso Gürtel". No parece que esta sea de tanto copete, por mucho que se tire a perdigón, pero qué esconda el bosque nadie lo sabe y hay ganas como nunca en la partida. Haciendo de la necesidad virtud (el Gobierno dixit) lo único que disculpa espectáculo tan penoso, con presuntos culpables e inocentes víctimas por el camino casi siempre, es que a veces funciona.

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