Opinión

Ea, ea, ea, Barbón se cabrea

El fiasco de los trenes Avril incomoda al PSOE asturiano

Óscar Puente y Adrián Barbón, en la sede de la Presidencia del Principado.

Óscar Puente y Adrián Barbón, en la sede de la Presidencia del Principado. / Xuan Fernández

El presidente de Asturias está harto. ¿Qué le pasa al presidente? Que le han robado el mes de Avril. “¿Cómo pudo sucederme a mí?”, se pregunta compungido Barbón, si los que incumplen plazos y le toman por el pito del jefe de estación son de su mismo partido. Hacerle esto a él, al Pelayo de la última ínsula roja del norte peninsular. Qué ingratitud.

El enfado de líder de los socialistas asturianos seguramente alcance, sin citarlo, a ese señor de Valladolid que recién llegado al cargo aseguró que los nuevos trenes para la variante “llegarán si puede ser en enero antes que en febrero o marzo”. El mismo que tras el anuncio a bombo, platillo y trompetería tuvo que desdecirse y marcar el umbral de llegada de los Avril en Semana Santa. Acabamos de saber que no hay fecha, que el tren rápido no llegará en procesión. Que sigue en pruebas, pero al parecer falla más que una carabina de barraca. O sea, que la responsabilidad no es del ministro bocachancla sino del fabricante, de los herederos de la “g” y la “o” de Talgo, del ingeniero Goicoechea y el banquero Oriol. Qué cómodo resulta cargarle el muerto a un cadáver.

Se recomienda vivamente al presidente astur la lectura de un libro de su ex comisionado del Reto Demográfico, “La gestión creativa del cabreo”, donde se deducen fórmulas para organizar alternativas a los enfados mayúsculos de causa provocados por injusticias, fallos y desviaciones del sistema. Apunta Jaime Izquierdo que el cabreo es una energía renovable abundante y de distribución gratuita, así que convendría regalar el libro también a la consejera Roqueñí. Hay que pasar de la zona de confort al inconformismo. Hay que conectar al tendido eléctrico unos miles de kilowatios de mala leche.

Lo cierto es que el malhumor de Barbón hay que tomárselo con humor. El mayor golpe que el presidente ha dado sobre la mesa fue una vez que se le derramó el café. Por eso hay que acatar su enfado con cierto desenfado: la próxima vez que se reúna con el ministro no se le escapará ningún escatológico cagamento, si acaso un impostado “me cachis”.

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