Opinión | Sol y sombra

¿Era eso la reconciliación?

La reconciliación que vendía Sánchez para justificar el supuesto interés general de la Amnistía era para los separatistas catalanes retornar a la casilla de salida exigiendo el referéndum ilegal para la independencia el mismo día en que se aprueba su perdón. Ellos, hay que entenderlo, jamás dijeron que no volverían a hacerlo. Al contrario, insistieron en que el primer objetivo seguía siendo separarse de España, antes de ello desangrarla económicamente y dividir aún más a los españoles. Nunca se ocultó. Poniendo por testigo una claudicación histórica, si Sánchez hubiera actuado con la ingenuidad de Chamberlain con Hitler ante el desenlace bélico inevitable, se podría parafrasear a Churchill con aquello de "os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra". En cuanto a la amnistía supuestamente negociada por el Gobierno, el fruto consiste en el mismo desafío de 2017 pero con un Estado instrumental y moralmente desarmado. Una negociación no existe si una de las partes está decidida a ceder por completo, como sucedió con Chamberlain en Munich y ha ocurrido en España con los delincuentes golpistas del procés. El abismo que se abre es insondable, peor aún que la humillación de haber rendido el Estado ante sus enemigos.

¿Y ahora qué hacer? Con las elecciones catalanas como un frente abierto de disputa entre las dos fuerzas independentistas, la posibilidad de que cualquiera de ellas se baje del caballo de la autodeterminación es nula. ¿Era esto lo que pretendía el presidente del Gobierno? ¿Atarse a sus socios separatistas para ir obteniendo mediante el chantaje su apoyo después de haber renunciado al Presupuesto? Por ahora, de todas las concesiones habidas y por haber en una ley metida a calzador en una sociedad que la rechaza mayoritariamente, lo único que ha obtenido es el desprecio. Cuando los socios separatistas tienen oportunidad, y las oportunidades son frecuentes, no dudan en perdonarle la vida por aferrarse como se aferra a su sillón. Qué espectáculo más lamentable.

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