Opinión

Los "Quijotes" de don Fermín Canella

Memoria de la exposición quijotesca de 1905

Se recuerda este año el centenario de la muerte de Fermín Canella Secades (1849-1924), polígrafo, rector de la Universidad, político, cronista de Oviedo y la provincia, un buceador incansable de la historia, la cultura, las costumbres, los paisajes y los personajes de una Asturias que engrandeció a fuerza de estudiarla, conocerla y divulgarla. Hijo del secretario de la institución universitaria, escritor firmante como El ciego de Sobrescobio, concejo de los Canella, fue Fermín un animador de la cultura.

La del cronista de su patria chica era una vida de trabajo incansable con una compañía universitaria que daba alas a la investigación. Allí estaban gentes universitarias con muchos dones: Leopoldo Alas Clarín, Félix Aramburu, Rafael Altamira, Aniceto Sela, Rogelio Jove, Adolfo Álvarez Buylla, González Posada y tantos más. Aquel Grupo de Oviedo había realizado el atrevimiento de crear la Extensión Universitaria, loable empeño de poner la Academia al alcance de todos.

Empezaba el siglo XX, aún traumatizado el país con el desastre del 98 y de la pérdida de las últimas colonias. Sacar lo mejor de Asturias contribuía a reparar las heridas de un pasado venido a menos. En 1905 se proponía la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, que dirigía en realidad Canella, conmemorar el III Centenario del "Quijote" de don Miguel de Cervantes Saavedra. Un proyecto consistió en averiguar y exponer los libros que tenían en su poder los asturianos del Hidalgo Manchego. La exposición se celebraría los primeros días de mayo. La Comisión la componían entre otros el catedrático Rafael Altamira, el rector Félix Aramburu, el presidente de la Diputación Suárez de la Riva, el alcalde de la capital Ramón Pérez Ayala, tío del ilustre escritor, el arquitecto provincial Nicolás García Rivero, ocupado entonces en levantar el Palacio de la Diputación, o el director de la Biblioteca Universitaria Mateo Puras. Enviaron más de 2.000 misivas a distintas personalidades para formar una "Biblioteca de don Quijote, con ejemplares de libros de caballería, hoy tan raros y desaparecidos, como si el tiempo fuese repitiendo el auto de fe que hicieron el Cura y el Barbero". Pensaban que un pueblo que aprecia sus grandes obras es un pueblo que se regenera. Pese a las cartas y a los anuncios en la prensa de la época – El Carbayón, El Correo de Asturias, La Opinión de Asturias, El Progreso de Asturias – no se llegó al óptimo, pero la Exposición Asturiana de ediciones del "Quijote" se celebró.

El catálogo publicado detalla 136 "Quijotes" además una sección especial de imitaciones, obras en verso y varios de discursos, biografías de Cervantes, cuadros, estampas y dibujos. Los ejemplares del siglo XVII, el siglo de la obra, fueron aportados por cuatro propietarios de Oviedo, Castropol, Gijón o Allande, orgullosos herederos de bibliotecas familiares (Enrique Miranda, R. Guzmán Bermúdez, Emiliano Zaragoza y Florencio Azcárate). Del siglo XVIII se remitieron por encima de 20 títulos distintos, publicados entre 1706 y 1798, que tenían 86 vecinos y los dos de la Biblioteca Universitaria o la del Instituto Jovellanos. Ya el Caballero Andante estaba en los domicilios de quienes creían que el "libro de los libros" era signo de distinción. Las ediciones del siglo XIX expuestas llegaron al centenar y formaban parte de las bibliotecas particulares de más de 250 colaboradores de todos los concejos, con el Oviedo universitario y el Gijón comercial a la cabeza. Todo el que tenían títulos o fortuna en los negocios, las ciencias, las letras o la cultura se preciaba de tener a don Alonso Quijano. Repasar la nómina de los "señores expositores" es recorrer la Asturias de la clase bien, la pudiente, la de entonces. Y las mujeres se sumaron, algunas con más de un libro, orgullosas propietarias: María Ruiz (Aller); Adela del Barro (Oviedo); Lucinda Landa (Belmonte); Perpetua Duque (Oviedo); Consuelo Fernández (Colunga); Esperanza Canella (Sobrescobio); Asunción Izquierdo (Oviedo); Perpetua Domínguez (Villaviciosa); Adelaida Pérez (Oviedo); Isabel A. Malleza (Belmonte); Elvira Solís de Laspra (Candás); Josefina Sela (Oviedo); Virginia Murillo (Belmonte). Las ovetenses Viuda de Alas (Onofre García) o Viuda de Suárez rindieron homenaje a las bibliotecas de sus maridos. Son pocas entre los cientos de nombres del catálogo, pero ya es un síntoma.

Capítulo aparte merecieron, tras un ejemplar en catalán, las "ediciones extrangeras". Dos francesas del siglo XVIII y una del XIX, más seis del XIX en la lengua de Shakespeare. Hizo la Comisión algunas adiciones: para recoger libros singulares, como el ilustrado por Gustave Doré, propiedad de Celestino Portal de Luarca. Una "sección especial" incorporó imitaciones quijotescas muy curiosas. Además del "Quijote de Avellaneda", Rafael Altamira aportó "Las adiciones… en las que se prosiguen los sucesos ocurridos a su escudero el famoso Sancho Panza…", de 1786; Fermín Canella llevó "Historia fabulosa del distinguido caballero don Pelayo Infanzón de la Vega, Quixote de la Cantabria.." 1782-83 al parecer de Alonso Ribero Larrea; también figuró la de Juan Francisco Siñeriz, natural de El Franco, que la Biblioteca Universitaria poseía: "El Quixote del siglo XVIII… héroe, filósofo moderno, caballero andante, prevaricador y reformador de todo el género humano…" (1836) que recogía las hazañas del Gran Pamparanuja. Se incorporaron discursos como el de Alejandro Pidal y Mon; un romancero; estudios sobre Cervantes, cuadros, estampas, dibujos y obras de los alumnos de la Escuela de Industrias y Bellas Artes. Aquella fiesta quijotesca incluyó una velada literaria en el teatro Campoamor de Oviedo.

Tiempo después las bibliotecas circulantes y públicas harían de la lectura, también de don Quijote, algo compartido. En 1926, se celebra oficialmente el Primer día del Libro, en octubre. Luego se trasladaría al 23 de abril, fecha de la muerte del inmortal autor. Desde entonces, con interrupciones desafortunadas, cada año vuelve a revolver la realidad "El Ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha" aturdido con un mundo que sigue empeñado en la crueldad frente a la bondad. Don Fermín Canella se sorprendería de la cantidad de "Quijotes" que lucen las Bibliotecas Públicas y privadas de la obra nacida en la lengua que "es un regalo universal que los españoles hicieron al mundo".

[Catálogo de la exposición asturiana de ediciones del "Quijote". Oviedo: establecimiento tipográfico La Ovetense, 1905. Acceso libre]

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