Opinión | Futuro Europa

Manual para construir puentes

Las razones para incorporarse al proyecto del PP

España está en un momento político y económico –y eso se ve a la perfección desde Bruselas– que exige colaboración, entendimiento. Tenemos problemas inmediatos, y a medio plazo, que solo pueden afrontarse con consenso básicos entre las fuerzas políticas centrales. Problemas que solo pueden resolverse con puentes, nunca con muros.

Por eso, y porque los que creemos que la Constitución es nuestro auténtico manual para construir esos puentes, he aceptado la invitación de sumarme a un proyecto común que reúne –en las listas del PP al Parlamento Europeo, en el que llevo trabajando cinco años desde la delegación de Ciudadanos– a los constitucionalistas que vamos a luchar sin descanso para recuperar la convivencia y hacer las reformas que necesitamos.

El periodo de reflexión que Pedro Sánchez se concedió a sí mismo la semana pasada sirvió solo para comprobar que él va en otra dirección. Quiere mantener el esquema con el que salió de su derrota en las pasadas elecciones del 23 de julio de 2023: dividir a la sociedad, hacer un muro entre los españoles. Conmigo o contra mí.

Quiere utilizar todo lo que está a su alcance para extremar la polarización y desatar ataques contra los que se le oponen. Y ese es un camino peligroso que solo desemboca en el enfrentamiento político y social. Es un camino, el de lo muros, opuesto a lo que debería ser Sánchez: presidente del Gobierno de todos los ciudadanos.

Desterrar el insulto de la vida política es un clamor en la sociedad. Combatir los bulos y la desinformación es una necesidad para la salud de la democracia. Pero el doble rasero –insulto cuando va contra mí, reflexiones cuando hablo sobre los adversarios– es infantil. Y decir que se lucha por la verdad cuando se amenaza con controles políticos y económicos contra los medios de comunicación que no sean dóciles es preocupante.

En medios de comunicación poco sospechosos de hostilidad hacia el Gobierno se está planteando la necesidad de abrir el debate sobre la sucesión en el PSOE, sobre la construcción de una alternativa al vacío, acentuado por la farsa de la semana pasada. No voy a entrar en eso. Me preocupa más el debate sobre construcción de puentes que sustituyan a los muros. Me preocupa más el deterioro de las instituciones, desde el Constitucional, el órgano de gobierno de los jueces o el propio Congreso hasta el escándalo continuo del CIS o la decisión de nombrar a una militante presidenta de RTVE sin las mínimas cualidades para el puesto.

España tiene suficientes retos –y desde Bruselas se ven con enorme claridad– como para prescindir del diálogo. Precisamente aquí, en el Parlamento Europeo, las diferentes familias políticas cooperan, especialmente conservadores, liberales y socialdemócratas. Todo lo contrario de construir muros: Europa se hace tendiendo puentes. Por eso no se entienden los tambores de guerra contra medio país, las declaraciones contrarias a la independencia de los jueces, las amenazas y los insultos contra medios de comunicación y periodistas.

No se entiende en Bruselas que un gobierno no gobierne. Que dedique tantas energías a forzar la mano de la justicia, a reclamar la censura. Que desprecie los valores europeos que dice defender. No se entiende tampoco en España –y cada vez lo entienden menos muchos que antes simpatizaban con sus planes– que todas las maniobras pasen por la creación de enemigos, y que toda estrategia descanse en la alianza con aquellas fuerzas políticas que no quieren tener nada que ver con un proyecto para este país.

Olvide, presidente Sánchez, su manual de resistencia: es un manual de división, de explotación de los odios. Es una receta de tensión permanente que le va a encajonar en un sitio en el que no debería quedarse: la necesidad de apoyarse en los extremos, la demonización del adversario, la estéril lógica de pactar con lo que no tienen ningún interés en España. Apúntese mejor –su sucesor, tarde o temprano, lo hará— a desarrollar uno que sirva para afianzar la democracia, tratar a la oposición como si fuera eso, la oposición, regenerar las instituciones y abordar con seriedad los problemas de la economía y la sociedad. Intente, aunque solo sea por una vez, que alguien le escriba un manual para construir puentes.

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