Opinión

La pax catalana santifica a Sánchez

El presidente del Gobierno, que juega cartas en dos mesas, no iba de farol en Cataluña

Al trilero de cubilete le salen todas las jugadas: indudablemente tiene baraka. Aunque a sus trucos se les vean las costuras, el prestidigitador ha vuelto a embaucar al respetable con una jugada maestra: nada por aquí, mucho por allá. La pax catalana de Sánchez, basada en un armisticio de elevado coste con medidas como la ley de amnistía y lo que pueda venir de malo en materia de financiación autonómica, ha permitido al PSOE una victoria rotunda en el feudo del independentismo recalcitrante.

Sánchez juega al black jack en dos mesas y de momento las cartas le son favorables. En la ruleta siempre sale rojo, así que la jugada catalana puede resolverse con un tripartito de izquierdas, con el concurso inevitable de los republicanos venidos a menos. La mano en juego corresponde a ERC, pero la baraja la pone Sánchez, que esta vez ni siquiera necesita naipes marcados. Hagan juego, señores.

Nadie olvide que lo de ayer es consecuencia de una disputa de casino: Aragonès se vio obligado a adelantar las elecciones al no poder aprobar sus presupuestos, pactados con los socialistas, por la negativa de los Comunes de Colau al proyecto Hard Rock, una especie de Las Vegas a la catalana. De aquellos lodos vienen estos polvos de Maricoco, que ustedes no los ven y yo tampoco, como decíamos de niños cuando jugábamos a aprendiz de brujo con la caja de magia Borrás.

Convengamos en que la victoria del PSC entierra por ahora el “procés”, lo cual es digno de aplauso, y confirma una visión de Cataluña más cercana al bloque constitucional que al separatismo a las bravas. Por primera vez desde 1984, los partidos independentistas no suman lo suficiente. Ha ganado Illa, pero el gran vencedor habrá sido Pedro Sánchez si en un último truco de magia logra hacer desaparecer a Puigdemont, habitual escapista. ¿Lo conseguirá el Gran Houdini de la actual política española, el ventajista capaz de doblegar voluntades con tanta facilidad como Uri Geller doblaba cucharas?

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