Opinión

Viajar, ¿para qué?

Tras la muerte de unos turistas en Afganistán

El reciente suceso de tres turistas españoles abatidos por un grupo terrorista en Afganistán abre el debate sobre la conveniencia y la incidencia del turismo en determinados lugares del mundo. Quizás es el momento de reflexionar sobre los riesgos del turismo, tanto para los que viajan como para los que residen en el lugar de destino. Quizás es también el momento de preguntarnos: ¿para qué viajamos?; y también, ¿por qué voy a uno u otro lugar? Hacer turismo en un país como Afganistán es imprudente y temerario, pero también es inconsciente, al no tener en cuenta las reacciones que puedes provocar en un lugar islámico extremista, donde eres visto como un infiel que, además, exhibe un modelo de vida contrario a lo que propugnan los talibanes. Un turismo que contribuye a un lavado de cara de un régimen que oprime a las mujeres y vulnera todos los derechos humanos, a la vez que mantiene en pobreza extrema a muchos de sus habitantes. Viajar por un lugar así es, no sólo poner en riesgo la vida, sino también provocar a sus ciudadanos.

Es verdad que, hoy día, viajar se ha impuesto como algo que forma parte de nuestras vidas, algo que, en algunos casos, se convierte casi en una necesidad para poner distancia con lo cotidiano, para conocer otros lugares, otras gentes, para interactuar con otras culturas. Es una experiencia que nos permite aprender, una búsqueda que nos abre a la magia de los encuentros; sin embargo, en los últimos tiempos el viaje se ha convertido en un elemento más de consumo, que no mide las consecuencias ni tiene en cuenta los riesgos.

Viajar puede ser un propósito de vida para algunas personas; en estos casos, se sabe por qué y para qué se viaja, y se hace con respeto, con la mirada y la mente abierta, para aprender y asumir los cambios que puedan provocar la confrontación con otras realidades. Pero esto no es lo habitual. Hoy día, el viaje se convierte en un mero desplazamiento de un lugar a otro, al que nos trasladamos con todo el entramado de necesidades que soportamos en nuestra vida y con la garantía de que todo está controlado en cada momento, exigiendo una seguridad que, en algunos contextos, es difícil de avalar, porque no existe ni para los propios habitantes del entorno.

Más allá de las diferentes modalidades de viaje, muchas personas viajan para llegar a lugares a los que no puede acceder la mayoría; lugares exóticos, al alcance de unos pocos privilegiados, que tienen los medios para poder acceder a programas que ofrecen experiencias inolvidables. Este tipo de viajes añade distinción a esos afortunados con recursos económicos, que por unos días disfrutan de estar en entornos exclusivos.

El problema de creer que se puede acceder a cualquier lugar del mundo es que no se valora el impacto que podemos producir en el contexto al que vamos. Nuestros actos pueden favorecer la economía y enriquecer la cultura, pero también pueden alterar la vida de las comunidades y provocar reacciones muy negativas.

Viajar por lugares marginales y empobrecidos puede ocasionar un impacto que, más allá de las buenas intenciones, puede tener consecuencias nocivas en múltiples aspectos. Algunas agencias ofrecen tours en barrios pobres, para que los viajeros tengan la oportunidad de contemplar, de primera mano, la situación de pobreza o de injusticia en la que viven algunas personas, sin medir cómo se pueden sentir éstas al ser observadas en su modo de vida por un grupo de privilegiados que se alejan, por unos días, de su vida de confort. Y la cuestión es que ni unos ni otros eligieron nacer donde nacieron; simplemente, les tocó en suerte estar a uno u otro lado del mundo desigual e injusto que entre todos construimos.

Es cierto que viajar permite conocer de primera mano otras realidades, y existen ofertas de turismo sostenible que respetan el medio ambiente e incluyen propuestas que contribuyen al empoderamiento de las comunidades locales, pero no creo que estos viajes organizados por agencias a lugares extremos o peligrosos incluyan nada de esto.

Creo que es necesario debatir sobre los modelos y los lugares de destino para el turismo; no todos los modelos de turismo son válidos, ni solidarios, y la reflexión debemos hacerla cada persona a la hora de elegir nuestro destino y también las agencias que ofrecen este tipo de viajes.

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