Opinión

La ola conservadora

La segura repetición de la gran coalición de conservadores, liberales y socialistas para el control de la UE

Las primeras proyecciones de los resultados de los comicios al Parlamento Europeo la noche del domingo en Bruselas, mucho antes de que cerrarán los colegios en Italia, supusieron un alivio para las principales fuerzas políticas europeístas. Los avances de la extrema derecha no eran suficientes para derribar la mayoría estable que ha gobernado Europa los últimos años: conservadores, socialdemócratas y liberales.

Los portavoces de los grupos que comparecieron en el Parlamento en Bruselas a partir de las 10 de la noche dejaron bastante claro que buscarán acuerdos en esa dirección. La ola radical avanza sostenida (en Alemania, Francia e Italia, los tres países más grandes y fundadores de la Unión Europea, la extrema derecha es primera o segunda fuerza) pero todavía no tiene números, aparte de su disgregación, para destronar a los grupos clásicos.

Al contrario de lo que suele ocurrir en España, en Bruselas los conservadores del PP europeo están a gusto en esa coalición con socialdemócratas y liberales que suman más de 400 diputados suficientes para superar los 361 de la mayoría absoluta. Su jefe de filas, el alemán Manfred Weber, fue muy explícito en defensa de ese acuerdo y se alejó de cualquier tentación de pactar con grupos a su derecha. Y eso que unos minutos antes la portavoz del grupo ECR de Giorgia Meloni y Vox, extremadamente moderada en su exposición –nada que ver con los exabruptos habituales en nuestro país–, había lanzado el anzuelo a los conservadores, sabida la buena relación entre la primera ministra italiana y Ursula von der Leyen. Pero los socialdemócratas dejaron claro que estarían dispuestos a mantener la coalición siempre que no entren en ella grupos extremistas.

El chaparrón ha sido intenso (y de momento ha provocado la convocatoria electoral, arriesgada, en Francia) pero, por ahora, insuficiente. Los partidos radicales no dejan de avanzar y están cada vez más cerca del poder. Está claro que son la oposición a Bruselas y a lo que significa la UE, acaparan el malestar profundo de las sociedades europeas, en especial entre los jóvenes, pero hay que tener en cuenta también la influencia de las redes sociales (véase Alvise Pérez), que China y Rusia apoyan con descaro la desestabilización y que se ha desatado una ola mundial impulsada por Trump y allegados poderosos económicamente. Todo eso confluye en la extensión de los extremistas.

De hecho, en muchas partes de Europa, caso de Hungría o Polonia, los partidos de izquierda ya no son una opción, y la disputa es entre extrema derecha anti-Bruselas y derecha conservadora europeísta. En esas estamos.

El problema no es tanto la alternancia, que es la clave de la democracia, sino en si estos grupos respetarán el estado de Derecho (que se diga lo que se diga no está amenazado en España y no es una preocupación para los líderes comunitarios) una vez instalados en el poder. El caso de Orban en Budapest es muy preocupante. Una vez que se ha vivido en libertad resulta demoledor ver como esa marea ultra puede acabar con todo. Y entonces será demasiado tarde.

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