A María Blanco Cayado todo el mundo la conoce como Maruja, un nombre que le puso a los dos negocios que regentó en la carretera de Libardón. Tanto el bar restaurante como la tienda se llamaron Casa Maruja y la colunguesa todavía despliega una gran sonrisa al rememorar, agradecida, a todos sus clientes. Ella y su marido, Francisco Busta Fidalgo, más conocido como Pancho, recibirán el domingo la distinción de "Paisano" y "Paisana del año" en la vigesimoquinta edición de la Semana de les Fabes de Colunga.

Blanco nació en Cortobeyo (Villaescusa) en 1937 y trabajó durante 25 años en la labranza, hasta que se trasladó a la villa colunguesa y empezó a trabajar en la fonda el Hotel Moderno, cuya planta baja es hoy su casa. También trabajó para el supermercado Casa Vallín y para el bar La Avenida, donde le insistían en que se le daba muy bien y la animaban a comprar el negocio. "Pero no había con qué", expone la colunguesa sin perder la sonrisa.

No dejó el sector, ya que tiempo después abrió un bar restaurante en el que trabajó con su hijo Pepe hasta que éste se casó. "Tenía una clientela fantástica y quiero darles las gracias por lo bien que se portaron con nosotros", explica Blanco antes de enumerar que tenía clientes diarios de Pivierda y La Riera, pero también de Sales, Colunga, Güerres, Carrandi y Caravia. En Casa Maruja daban comidas y era frecuente que tuviera que hacer "tres relevos" para que todo el mundo pudiera comer. "Los últimos eran los de Telefónica, que trabajaban la jornada seguida", apunta la hostelera retirada. También daba de comer a obreros del sector forestal, de la empresa eléctrica y a los que estaban construyendo los colegios de Colunga.

"Cogimos una época muy buena", rememora. Después de veinte años detrás de la barra abrió una tienda, ya sin su hijo, que se hizo taxista y continúa desde entonces con esta profesión. Pepe "el taxista", como todos le conoce en Colunga, se casó con María del Mar González y tuvieron un hijo, José Cortina, "Josín", que está casado con Andrea Argüero y que trabaja en el bar La Avenida, el mismo en que su abuela estuvo cuando llegó a la capital del concejo. Maruja Blanco estuvo al frente de la tienda cuatro años y tuvo que dejarlo por un problema de salud, aunque el gusto del trato con la gente no lo ha perdido y disfruta saludando y parándose a charlar con sus muchísimos amigos y conocidos.

Su marido Pancho Busta nació hace ochenta años en Santianes, junto al actual campo de fútbol, y se dedicó toda la vida a la labranza. Tenía diez u once vacas y plantaba toda clase de cultivos, entre ellos les fabes, pues ésa es "una tierra especial" para la legumbre. Ambos disfrutan ahora de la jubilación pero no paran quietos, pues a Blanco le gusta hacer las cosas de casa y por la tarde jugar a la brisca en el centro social El Sueve y Busta todavía tiene una huerta.