Por San Vicente festejaban, por La Candelaria (2 de febrero) arreglaban el sueldo con el patrón y entre primeros y mediados de marzo se iban a la teyera a trabajar, de donde no regresaban hasta mediados o últimos de octubre. Este era el calendario laboral de los teyeros, una profesión que en la década de los cincuenta del siglo pasado ocupaba a prácticamente todos los vecinos de Naves de Llanes. Su fiesta, la de San Vicente, se perdió hace más de 40 años, pero un grupo de vecinos con inquietudes la recuperó ayer con gran éxito.

"Era la única a la que podíamos ir nosotros", rememora José Luis Tielve Celorio, uno de los cuatro teyeros homenajeados ayer y que estuvo diecinueve años sin poder vivir el resto de festejos del pueblo, "ni Santa Ana ni San Antolín", apunta. Nacido en 1941, fue a cumplir ocho años a la teyera que regentaba Rufino Carriles en Infiesto, que empleó a otros muchos vecinos. "De los hombres todo el pueblo trabajaba en la teyera, quedarían tres casas que no", puso Tielve como ejemplo de la importancia que tuvo esta industria en la economía.

Por esta relevancia y por la corriente que recorre Naves hacia la recuperación de fiestas y costumbres perdidas por haber caído en desuso, un grupo de vecinos se puso manos a la obra para que San Vicente volviera a tener fiesta en Naves.

La iniciativa no ha podido tener mejor acogida entre vecinos y visitantes que, como Maocha Inguanzo, se acuerdan de cuando se celebraba. "Me encanta que estas cosas se recuperen", aseguró ayer la vecina de Hontoria antes de rememorar cómo su madre, que trabajaba en Naves, las traía a ella y a su hermana. "Hoy (por ayer) hace un día estupendo. Me acuerdo de años que llovía y se hacía en una cuadra, como todas las fiestas de invierno", apuntó.

También a Rufo Menéndez, otro de los homenajeados, le parece muy bien que se haya rescatado a San Vicente del olvido. "Es la primera vez que se hace, veremos a ver si continúa el año que viene", expuso el exteyero, quien espera que así sea. La suya es otra de esas historias de niños que cambiaron los juguetes por las herramientas, pues se fue a la teyera de Infiesto "de 11 años. Después estuve en Castilla, era lo que había antes", añade. Menéndez lo dejó a los 19 años, cuando empezó a trabajar en la construcción como albañil.

Como tantos otros navizos recuerda muy bien cómo era la fiesta que suponía casi una despedida de los suyos antes de comenzar la temporada en la teyera. "Había partido de solteros contra casados y estaba muy bien, pero se dejó", lamenta el homenajeado, que junto a Tielve, Ángel Obeso y Ramón Gay recibió una placa después de la comida que vecinos y amigos celebraron en una carpa instalada en el aparcamiento de El Cabañón y a la que asistieron más de 150 personas.

Antes hubo misa y la imagen de San Vicente salió en procesión, precedida por gaita y tambor y arropada por los cánticos de las aldeanas. No faltó el estandarte encabezando la comitiva ni un nutrido de feligreses que acompañaron al santo. La jornada concluyó con una verbena y un deseo común, que la fiesta no vuelva a perderse.

Así lo han sentido sus impulsores (las hermanas Conchi y María José Cortabitarte, José Manuel Castro, Jacinto Vela, José Luis Tielve y Santi Galguera, que ayer tocó la gaita) y así se lo han contagiado a navizos y amigos, entusiasmados con la recuperación de la fiesta y con el sentido homenaje a una pieza clave de su historia local, los teyeros.