El molino de Corao, casi 300 años de molienda en Cangas de Onís

Pablo Bulnes representa a la cuarta generación de una saga de profesionales con reconocida experiencia elaborando una harina de maíz cada vez con mayor demanda en tiendas y restaurantes

Bernardo Bulnes,  Carmen Sánchez y  el hijo de ambos, Pablo, a la entrada de su  molino en Corao.

Bernardo Bulnes, Carmen Sánchez y el hijo de ambos, Pablo, a la entrada de su molino en Corao. / Ana Paz Paredes

Cada vez son menos los molinos que, asomados a los ríos asturianos, se mantienen en activo. El progreso y la despoblación rural echó a pique a numerosos de estos ingenios cuyas ruinas languidecen tomadas por zarzas y matorrales, mientras que otros, los menos, han sido rehabilitados para mantenerse en pie por parte de los propietarios, pero sin darle el uso para el que nacieron. De todo eso sabe mucho Pablo Bulnes, de 26 años, quien se ha puesto al frente del Molín de Corao junto a su madre, Carmen Sánchez, tras jubilarse su padre, Bernardo Bulnes. Es la cuarta generación dedicada a producir harina de maíz.

"Hay que recuperar los molinos con su función. Entiendo que haya quien no quiere que se vengan abajo y los arreglen sin más, pero la esencia de un molino es que muela, que se le dé uso, tiene que estar vivo", dice este joven que, como sus padres, y antaño sus abuelos y bisabuelos, siente pasión por su oficio al tiempo que tiene claro la situación del campo. "Aquí más o menos puedo vivir al frente del molino, pero otro que empiece de cero, no creo que pudiera, lo veo muy difícil", cuenta. Junto a él, su padre, Bernardo, es más claro y añade: "Los pueblos están abandonados y queda muy poca gente que viva del campo. Casi toda la gente que queda aquí, es mayor. Los políticos hablan mucho de eso, de que vuelvan al campo a los jóvenes, de fijar población rural, del reto demográfico... Eso dicen y reclaman los políticos, pero después vienen por detrás y hacen todo lo contrario de lo que dicen. Nos están apretando mucho".

Bernardo y Pablo Bulnes, en el exterior de su molino

Bernardo y Pablo Bulnes, en el exterior de su molino / A. P.

El molino de Corao, con cuatro molares cuyo origen se remonta al siglo XVIII (dos muelen maíz para el consumo humano y los otros dos para el ganado) es uno de los pocos supervivientes de un oficio que forma parte de la historia rural de Asturias "Mi abuelo ya cogió este molino antes de la Revolución del 34. Le siguieron mi madre, Amalia, y mi padre, Pablo. Y, al morir este muy joven, continuamos con él mi madre y yo. Después se incorporó mi mujer, Carmen. Y, finalmente, está ahora mi hijo Pablo", dice Bulnes asomado a la puerta de un molino en cuyo dintel, tallado en la piedra, se recuerda que "el 22 de agosto del año 1820 vino una llena que cubrió las muelas de este molino". En los pilares, con forma de cruces, se muestra también otros años en que la crecida del río Gueña llegó a ese nivel.

Bernardo Bulnes,  Carmen Sánchez y  el hijo de ambos, Pablo, a la entrada de su  molino en Corao.

Bernardo Bulnes, Carmen Sánchez y el hijo de ambos, Pablo, en el interior del molino. / Ana Paz Paredes

La gran calidad de su harina, hecha tanto con maíz blanco como amarillo, hace que les lleven a moler el grano tanto desde Cantabria como desde otros lugares de Asturias como Villaviciosa, Llanes, Parres "y de pueblos que ni sabes". "Nos llegan moliendes de muchos sitios", añade Sánchez. Al ser molino de maquila, se quedan con una parte. Pero, al mismo tiempo, compran maíz para vender su propia harina, muy demandada tanto para venta en tiendas como en restaurantes, especialmente, desde el auge que viven los tortos, entre otras elaboraciones con esta harina. "Nacho Manzano se lleva la harina de aquí, antes el que venía era su padre, Marcial", destacan los tres. Y añaden que una de las épocas en las que más producen es en primavera–verano, cuando hay mucha demanda por estos motivos: restauración, tiendas y turistas (además de quienes compran esta harina al ser celiacos).

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