Lucía S. NAVEROS

Para Salvador Pérez Arroyo ya ha llegado el futuro. La marca futurista está en todas sus obras: en las apuestas que hace para Oviedo -en el socavón de La Ería y en las inmediaciones del nuevo Hospital, en Montenuño-, y en los trabajos que está haciendo fuera de España -suyos son los diseños de una especie de robots móviles que el Museo Arqueológico de Venecia utiliza como «contenedores multiservicio» que evitan que se tengan que tocar, con cables o sistemas antiincendio o de vigilancia, las estucadas paredes renacentistas-. Y acaba de ganar el concurso para hacer el Palacio de Congresos de Alicante, que será una montaña de chapa dorada de 50 metros de altura, una futurista reconstrucción del perfil de un monte, donde hubo una vieja cantera. Lleva en el bolsillo, de la que viaja a Oviedo para hablar con los vecinos de La Ería, una manoseada edición en inglés de «The next ten thousand years», de Adrian Barry, ensayo científico que echa una mirada al futuro del planeta.

-Viene a Oviedo a hablar, una vez más, con los vecinos de La Ería. ¿Algún problema?

-No, que yo sepa. Celebro reuniones periódicas con los vecinos para intentar contemplar todo lo que quieren; son reuniones que hacemos periódicamente. Lo he pedido yo. Me parece muy importante que ellos sigan el proyecto. Creo que están contentos.

-¿Qué solución ha diseñado para el socavón y el entorno?

-Es un jardín que en su interior tiene el equipamiento cultural, que está más bien enfocado como un centro de gimnasia vecinal y un centro de ocio. Es un centro vecinal, no de élite. Las paredes de cristal permitirán estar en las piscinas de agua caliente junto a los jardines exteriores.

-En Oviedo, despierta interés la pasarela al Tartiere.

-La pasarela es espectacular. Tendrá ocho metros de ancho, es una calle aérea, de cristal. Los colores del Real Oviedo, en chapa lacada, ondularán sobre el paso como una bandera al viento.

-Apuesta también por un diseño peculiar para los edificios que irán en las cercanías.

-La fachada va a ser de un material brillante, lacado, y sube y baja haciendo distintas alturas. Arriba tiene una gran colección de viviendas que son como jardines de áticos y todas las marquesinas de los pisos son placas solares que van a suministrar un 20 por ciento de la energía, ecológica. Los costes comunitarios de agua y electricidad se reducirán.

-¿Habrá más elementos públicos?

-Se habla de hacer una fuente en Alejandro Casona, pero no tengo terminado el diseño.

-2.000 millones de pesetas para un equipamiento público que salen de los bolsillos de una constructora, a la que se le paga con más viviendas. ¿Especulación?

-Los números de la operación han sido controlados por una auditoría. El Ayuntamiento ha hecho un contrato muy duro con la propiedad privada, que no podrá entregar las viviendas hasta que no esté inaugurado el centro cultural. La inversión es muy importante, 2.000 millones de pesetas. Usar dinero privado para hacer obra pública es común en América, en ciudades como Nueva York, y también en Europa. La propiedad privada equipa las ciudades a través de convenios. Si el Ayuntamiento tuviera que pagar este equipamiento tendría que sustraer dinero de otras necesidades, lo que sin duda crearía más polémica. Además, se consiguen obras de más calidad, porque nada limita el tamaño de la inversión.

-Todas las ciudades quieren un arquitecto de firma. ¿Qué le parecen los proyectos de Calatrava y Niemeyer para Oviedo y Avilés?

-En el Palacio de Congresos de Calatrava me preocupa la relación de proporciones. Me hubiera gustado ver ese edificio rodeado de una gran pradera verde. Niemeyer es un gran gran arquitecto, pero lo que no conozco de ese edificio es el contenido.

-¿Hay una moda por la arquitectura de autor?

-Sin duda, en España nació con la democracia. Pero es positivo que haya obras de autor, y pueden funcionar como motor económico.

-Torres en Montenuño, también grandes alturas en La Ería.

-Defiendo la ciudad en altura: libera espacio; es ecológicamente la más económica. Hay que luchar contra la piscinita, la parcelita, que es dañina para el medio ambiente. Hay que sustituirla por los grandes espacios comunes. Nos encontramos en un momento crítico de cambio, y la ciudad debe responder a ese reto.