Marta PÉREZ

Los barrios crecen haciendo ciudad y en ese proceso corren el peligro de perder su identidad. En los tiempos que corren la gente vive más en calles que en barrios; si acaso, en distritos, con un número asignado. Un centenar de habitantes y una docena de casas conformaban el paisaje de la Argañosa a finales del siglo XIX. Los primeros vecinos de un barrio que comienza en Teijeiro y termina en el antiguo Lavapiés fueron los ferroviarios de Renfe, una gran familia que comenzó a poblar la zona. En la actualidad la Argañosa suma 15.598 vecinos, el siete por ciento de la población de Oviedo. Es uno de los barrios céntricos que más ha crecido en la última década, puesto que ha ganado unos 1.000 habitantes. Los nuevos vecinos, venidos de todas partes, suelen confundir el barrio con la calle que se llama igual, esto, con un poco de suerte. Si hay algún barrio en Oviedo que haya sido tan barrio como el que más y que ahora es tan ciudad como la calle Uría, ése es la Argañosa.

En la zona oeste de la ciudad se asienta el barrio de la Argañosa, cuyo nombre significa, algo así, como brezal. En el barrio conviven los vecinos de toda la vida, que se saludan en el parque y en la cola del pan, con los nuevos, que se saludan entre sí. Se han asentado, sobre todo, en la zona de expansión del barrio, La Ería de la Argañosa, que, haciendo honor a su nombre, es todo un «terreno de cultivo» de nuevos pobladores.

¿Dónde empieza y dónde termina la Argañosa? Las fronteras de los barrios son un lío mayúsculo. Sin embargo, el alcalde de barrio, José Antonio Gutiérrez, tiene muy claro hasta donde llegan sus dominios. «Fuertes Acevedo y División Azul son dos de los límites. En la plaza de la Liberación, siguiendo por Teijeiro, continúa el barrio, que coge una parte de la Losa y choca con Vallobín en la glorieta de Teijeiro. La otra frontera con Vallobín es la vía del tren. Para arriba, La Ería y la zona del campo de fútbol también son de la Argañosa». Visto sobre el mapa, el círculo que abarca el barrio es enorme y lo convierte en uno de los más grandes de la ciudad, si no el que más.

Y sí, Valentín Masip, que siempre tuvo vocación de independiente, pertenece a la Argañosa. De hecho, esta calle se proyectó como la avenida de la Argañosa en 1958. Sin embargo, su tramitación coincidió con la muerte, en 1963, del que fuera alcalde de Oviedo, Valentín Masip Acevedo, por lo que el Ayuntamiento acordó nombrarle hijo predilecto de Oviedo y darle su nombre a esta calle, que tiene medio kilómetro de longitud, una anchura de 22 metros y que se abrió, finalmente, en 1966. En Valentín Masip se instalaron los comercios más pujantes del barrio, que puede presumir en la actualidad de un tejido comercial sólido y de calidad. Mucho después, al final de la calle, nació la plaza de Pedro Miñor -que en su día ocupó una ganadería- con toda su oferta hostelera, que es amplísima, como en toda la Argañosa. El barrio suma doce sidrerías y otras tantas vinaterías, sin olvidar los restaurantes y los múltiples cafés de tertulia.

En una de estas cafeterías, en Los Candiles, hoy desaparecida, se gestó una de las peñas con más solera del barrio con el mismo nombre. Su presidente es, precisamente, el alcalde de barrio. Llegó a la Argañosa en 1970. «Lo que primero se desarrolló fue Silla del Rey, un grupo de chalés, luego se fueron tirando para construir bloques de pisos», recuerda. «Luego fue la expansión de Valentín Masip, que acabó en Pedro Miñor. Yo creo que se fue dando forma al barrio de una manera ordenada, bien», explica. ¿Ha perdido la Argañosa su identidad en esta transformación? «Un poco sí, creo que sí», responde el alcalde de barrio.

Alejandro Casona es otra de las calles míticas del barrio, perpendicular a la Argañosa, vertebra el barrio con su zona de expansión, La Ería, que ya suma 2.404 habitantes y cuenta con un campo de fútbol, pues en su metamorfosis de los últimos años la Argañosa ha ganado un estadio de fútbol, el nuevo Carlos Tartiere. Se lo quitó a Buenavista, que a cambio se quedó con el Calatrava.

A la Argañosa le ha sucedido lo mismo que al vecino Vallobín, su hermano de leche, que también nació de los ferroviarios. La losa sobre las vías de Renfe ha situado a ambos barrios en una posición de centro en la ciudad. «La verdad es que los dos barrios, Vallobín y la Argañosa, son como una matriz unida por la vía del tren», explica Javier Fernández, presidente de la asociación de vecinos de Vallobín y de la Argañosa. «Vallobín se expandió hacia La Florida, que ya ha adquirido entidad propia como barrio. A la Argañosa le está pasando un poco lo mismo con La Ería, que no tardará. De hecho, están surgiendo nuevas asociaciones de vecinos en toda la zona», explica Fernández. Siguiendo con el símil entre barrios, los vecinos de la Argañosa, como los de Vallobín, también han dejado de bajar a Oviedo porque son Oviedo. Aunque los hay radicales, de los de «tira p'al barrio», como José Antonio Gutiérrez, que no lo abandona ni por prescripción médica. «Yo no piso el centro en todo el año. Para qué, si aquí lo tengo todo. Sólo bajo un día de San Mateo con la mujer, por dar una vuelta».