Javier NEIRA

El ara sextiana, el documento fechado más antiguo de Asturias, cumple este año dos milenios. Es la pieza capital del Tabularium Artis Asturiensis, museo y archivo asturianista fundado por Joaquín Manzanares hace más de medio siglo.

Francisco Manzanares, hijo de Joaquín y actual director del Tabularium, mostró ayer a LA NUEVA ESPAÑA la magnífica lápida de mármol de 2.700 kilogramos de peso que se conserva en Oviedo, en su museo, y explicó los mil avatares que ha atravesado.

El estudio del ara sextiana -denominación discutible aunque comúnmente aceptada- se debe a Francisco Diego Santos, nonagenario historiador que ha analizado prácticamente todos los epígrafes asturianos y que la llama lápida de Augusto. La inscripción se realizó en honor del emperador, que acababa de sofocar a los últimos rebeldes asturianos. Dice que estaba en «tribunicia potestad XXXII sacrum» que corresponde al año 9 de nuestra era, así que hace exactamente dos mil años fue esculpida.

La lápida estaba en el cabo Torres -sobre el actual puerto del Musel- donde había dos importantes edificaciones romanas. Es una dedicatoria de Cneus Calpurnius Piso, el gobernador de la provincia Tarraconense a la que pertenecían los territorios de los astures, al emperador. Como el gobernador, después, participó en una conspiración que le costó la vida a Germánico, su sobrino el emperador Tiberio decretó una «damnatio memoriae» y fue borrado el nombre de Cneus de todas las inscripciones. También del ara sextiana, las señales de la censura son evidentes.

La lápida reaparece en función de altar en una capilla «entre Carreño y Candás», según anota Tirso de Avilés «cerca del río Aboño y del mar». Se supone que fue arrojada desde la Campa Torres. El padre Carballo y Constantino Cabal también la citan en ese paraje, en la capilla de San Juan. A mediados del siglo XVIII es trasladada, según Julio Somoza, a la capilla de Santa Clementina de la casa que tenían en Carrió los condes de Marcel Peñalba. Ahí la cita a su vez Jovellanos. Y en 1894 se traslada a Luanco. Estuvo instalada en el huerto de Atanasio Ávila y después en el rellano de la escalera de su casa, «ahí estaba cuando en 1960 la compró mi padre», según recordó ayer Francisco Manzanares.

La vendió Carlos Gil de Arévalo, después de ofrecérsela a la Diputación que le dio largas así que, indignado, se la brindó a Manzanares por debajo del valor que pensaba obtener.

«Tenía yo 10 años», comenta Manzanares hijo, «la transportaron en una camioneta. Tardaron cinco horas en cargarla en Luanco y seis en descargarla aquí, en Oviedo. Conmigo estaba Juanín Cueto Serrano, los dos emocionados, jugando y viendo todo aquello».

Inmediatamente se desató la tormenta aunque durante siglos apenas había sido tenida en cuenta la magnífica pieza romana. El periodista gijonés Francisco Carantoña protestó diciendo que debía estar inexcusablemente en su ciudad. Manzanares tuvo que ir a Madrid a dar explicaciones personalmente al ministro de Educación, Jesús Rubio. Cuando el Ministro le afeó que se hubiese interpuesto en una adquisición que iba a efectuar la Diputación Provincial de Oviedo, Manzanares le enseñó una carta del vendedor en la que relataba la molicie y displicencia con que le habían tratado las administraciones públicas y con esa prueba le tapó la boca.

Aun así, el Ministro quiso saber cuál era la opinión de la Real Academia de la Historia y le contestaron que si el ara sextiana la tenía Manzanares estaba en las mejores manos posibles. La polémica localista siguió pero muy amortiguada.

El ara sextiana o lápida de Augusto mide 1,66 centímetros de largo, 80 centímetros de alto y 50 centímetros de fondo. Cada letra tiene una altura de 12 milímetros.

En la mañana de ayer, Francisco Manzanares, director del Tabularium Artis Asturiensis, posó -fotografía superior- ante el ara sextiana o lápida de Augusto, adquirida por su padre Joaquín en 1960. Desde entonces se conserva en Oviedo, en el museo y archivo asturianista propiedad de la familia Manzanares. En la fotografía contigua, el propio Francisco aparece -en una instantánea obtenida por su padre- encaramado sobre el ara, en el jardín de la casa donde está instalado el archivo, durante el verano de 1960. Tenía 10 años, el ara sextiana acababa de ser adquirida por Joaquín Manzanares.