Soprano, interpreta a Zerbinetta en la ópera «Ariadne auf Naxos»

Pablo GALLEGO

«Conviene invertir dinero en hacerse con una buena maleta, y el mejor truco que existe para hacer el equipaje es colocar toda la ropa bien estirada». Los cantantes de ópera viajan mucho, y la soprano canadiense Gillian Keith aprendió a hacerse la maleta gracias a este truco de su marido, el tenor inglés Tom Randle. Él debutó en el Campoamor en 1990, la única ocasión en que el «Orfeo» de Monteverdi se representó en la temporada lírica ovetense. Ahora es Gillian Keith la que pisa las tablas de la casa asturiana de la ópera como Zerbinetta en «Ariadne auf Naxos», título que abre la 62.ª Temporada de la Ópera de Oviedo, que, entre otras instituciones, cuenta con el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA.

-En su debut en el Campoamor se enfrenta a un reto de altura.

-Muchas veces el desafío no está en llegar a los agudos, sino en tener la energía suficiente para, al mismo tiempo, encarnar al personaje. Tiene tanto amor por la vida que es agotadora (ríe). Es casi como un hada. Tengo que estar dispuesta a bailar todo el tiempo. Pero, por otro lado, el personaje tampoco sería creíble si fuese de otra manera.

-¿Y en lo vocal?

-Zerbinetta tiene que ser excitante. Tiene que brillar, transmitir muchísima energía y, al mismo tiempo, ser capaz de dar todos los agudos. Cada nota está ahí, el público las está esperando y, en el fondo, son las que dan carácter al personaje.

-¿Cree que es una obra asequible para todo el mundo?

-Quizás a una parte del público, más acostumbrado a óperas muy tradicionales, esta obra le resulte difícil. La función ha de ser irreverente, al mismo tiempo divertida, pero también es capaz de expresar sentimientos muy profundos. Y a los cinco minutos es justo lo contrario.

-La comedia y el drama.

-El público que ve «Ariadne auf Naxos» debe estar preparado para reír y llorar casi al mismo tiempo. Incluso, pienso, ¿no podemos hacer lo mismo durante al menos media hora? Ahí reside la magia de esta obra. La risa y el llanto son reales.

-¿Le resulta difícil combinar papeles como el de Zerbinetta con sus recitales de música barroca o canciones?

-Al contrario, creo que ser capaz de hacer cosas muy distintas es un reto muy saludable, tanto para mí voz como para mi imaginación. Antes de esta «Ariadne» canté un concierto con obras de Purcell. Casi lo opuesto a este Strauss. No podemos ser como un atleta que sólo corre los 1.000 metros. Porque cuando tenga que correr los 3.000 no tendrá herramientas para conseguirlo.

-¿Le resultó complicado dar sus primeros pasos como cantante?

-Bueno, me llevó un tiempo. Estudié, no sólo canto, también piano, y desde el principio fui muy consciente de que no sería algo sencillo. Continué mi preparación en Londres, y tuve suerte. La vida me sonríe y me siento muy afortunada, porque hay cientos de cantantes con una preparación tan buena o mejor que la mía que no han podido tener una carrera.

-¿Y ahora?

-Intento disfrutar de mi repertorio con tranquilidad. Tengo suficiente trabajo para estar todo el tiempo ocupada y continuar con mi crecimiento como artista. Vivo cada día como si fuese un regalo.

-¿Recorrería el mismo camino otra vez?

-Absolutamente sí. Aunque siempre me interesó la danza, y a veces pienso que si hubiese empezado a estudiar antes quizá podría haber sido bailarina, no podría imaginar mi vida ahora de otra manera. Sé que es un poco lo mismo, comunicar sentimientos a través de la expresión artística. Pero no me veo haciendo otra cosa que no sea cantar, rodeada de música. Es un regalo.

-¿Más que tocar un instrumento?

-Es que la voz es algo físico. Sale de tu interior, y vives con ella todo el tiempo. A veces me preguntan qué siento mientras canto, y en muchas ocasiones, con determinadas obras y compositores, la sensación que tengo es como si estuviese comiendo. Es difícil explicar ese sentimiento, pero creo que así la gente me puede entender.

-¿Un detalle de su profesión?

-Ser músico, y sobre todo cantante, te enseña a ver el mundo de una forma distinta. Con otros ojos. A disfrutar pequeños detalles que duran sólo un instante. Hay obras que duran horas, pero siempre hay cinco segundos que recuerdas durante el resto de tu vida.

-Pero algo hará además de cantar.

-Adoro mi jardín. Paso muchas horas en él. Cuidar las flores y las verduras me relaja. También doy rienda suelta a mi creatividad de otras formas. Me gusta coser, diseñar cosas. Al final todo es lo mismo, ser capaz de crear algo a partir de la nada.

-Usted es una de las pocas personas que pueden presumir de haber trabajado con sir John Eliot Gardiner.

-Y me siento muy agradecida por ello. Fue una experiencia muy inspiradora. Es alguien que dedica todo su tiempo y su energía a su trabajo. Que entrega el cien por ciento de sí mismo en todo lo que hace. Puede que tenga un ego inmenso y sea muy influyente en el panorama musical actual, pero lo ha conseguido a base de trabajo. Se lo toma muy en serio, siente un gran respeto por la música, y te obliga a hacer lo mismo.

Las localidades para la proyección de «Ariadne auf Naxos» el próximo sábado pueden recogerse a partir de hoy en la taquilla del auditorio Príncipe Felipe. La retransmisión podrá verse en la sala principal del Auditorio, a las 20.00 horas.