La belladona tiene hojas grandes y de su cepa o rizoma arranca la raíz que se hinca en el suelo como un nabo. Los alcaloides de esta planta paralizan nuestra médula espinal y el hipotálamo, dilatan de manera desmesurada las pupilas e inmovilizan el iris, agarrotan los nervezuelos de la faringe y el movimiento reflejo de deglución, engarabitan el vago y los parasimpáticos, provocan en primera instancia gran excitación y furia, y aún en dosis muy pequeñas entumece nuestro sistema nervioso central y nos deja patitiesos; puede sumirnos en profundos letargos y estamparnos en el cerebro pasmos y burlas tenaces, embotándonos, haciéndonos imaginar cosas que no son, hasta que, perláticos y lelos, nos deja envarados y amarrados a un tentemozo, o sentados en el patín del hórreo, con los pies colgando. Tal parece que estoy refiriéndome a los efectos de una huelga general.