El pasado miércoles, con la misma discreción con la que vivió, se fue Piedad González. Si hubiera que buscar algún común denominador a las decenas de personalidades que han visitado Asturias en los últimos veinticinco años, Piedad sería uno de ellos. De jefes de Estado a científicos, de actores de Hollywood a músicos famosos, de empresarios multimillonarios a escritores de fama mundial, todos ellos encontraban a Piedi, a su llegada a Asturias, siempre dispuesta a solucionar cualquier problema, ofreciendo siempre la cara amable de nuestra tierra.

Tuve el honor de trabajar con ella durante más de una década, desde que me incorporé a la Fundación Príncipe de Asturias, y no dudé nunca en tenerla siempre en el círculo de mis colaboradores más cercanos. Ella fue un elemento fundamental en la organización de los actos conmemorativos del XXV Aniversario de los Premios «Príncipe de Asturias», actos que sirvieron, entre otras cosas, para incrementar y fortalecer el patrimonio de la Fundación y proyectar mundialmente la imagen de Asturias, y ahora era uno de los pilares sobre los que construimos la ambiciosa y difícil tarea de hacer del Centro Niemeyer uno de los equipamientos culturales más importantes del mundo.

Con una dedicación y lealtad absolutas, Piedi nos ayudó a forjar lazos de amistad imperecederos con algunas de las personalidades más reconocidas del panorama internacional, que han hecho de Asturias una segunda patria a la que quieren, apoyan y retornan con frecuencia. Detrás de cada gran titular de prensa, detrás de cada gran evento, hay siempre el trabajo eficiente y callado de un grupo de profesionales humildes que nunca aparecen en las fotos. Sin ellos nada sería posible, porque de su eficacia y prudencia depende todo lo demás. Piedad era una de esas personas que conseguía el milagro de que esta tierra, de poco más de un millón de habitantes, tenga en cambio una impresionante proyección exterior.

Personalmente echaré mucho de menos a mi amiga, a mi asistente de tantos años, que me enseñó la importancia de los pequeños detalles, que cuidaba de todo el equipo con inmenso cariño, y que entendió como nadie que no hay en la vida nada más importante que contribuir a hacer realidad los sueños de los demás.

Buen viaje, querida amiga.