Javier NEIRA

Quinientos años después, España va a dejar de realizar los preceptivos censos. Los inauguró el ovetense Alonso de Quintanilla -entre la media docena de asturianos más importantes de nuestra historia- y ahora el Gobierno quiere sustituirlos por encuestas efectuadas apenas sobre cinco millones de personas. Son más baratas pero lo cierto es que el Estado moderno, del que España fue pionera, se inaugura, entre otras cosas, con los censos, así que ahora da qué pensar su abandono. A más abultamiento, ya en el Imperio romano eran clave y por eso Jesús no nació en Nazaret sino en Belén hasta donde habían ido José y María para cumplir con el censo de Augusto.

Quintanilla es una figura tan importante como olvidada. Nació en el año 1420 en la aldea ovetense de Paderni, al sur del concejo. Era hijo de labradores con posibles y con el tiempo, para homenajearlos, amplió el monasterio de Santa Clara -actual sede de la delegación de Hacienda- y allí les dio sepultura. Estudió Humanidades y Leyes en el monasterio benedictino de San Vicente -actual sede del Museo Arqueológico- e ingresó como doncel en la Corte de Juan II, para encargarse de la educación del príncipe Enrique.

Con Enrique IV ya en el trono fue sucesivamente «poder habiente» real y «criado, guarda y vasallo militar» para encargarse después de las finanzas reales como «contador de acostamientos». En realidad fue, en aquellos años, habitual prestamista o garante de la Corona.

Como ha indicado el escritor José Ignacio Gracia Noriega «evidentemente hubo bastantes asturianos de gran influencia y poder político; algunos incluso ocuparon los cargos más altos. Al que haya llegado al más alto le iguala Alonso de Quintanilla, que fue en una pieza hombre de gobierno y de espada, hacendista y estadista, político realista y hombre visionario».

Cuando Castilla se dividió dramáticamente a cuenta de la crisis dinástica, Quintanilla decidió militar en el bando del infante Alfonso, pretendiente al trono y formó parte de la comitiva que se dirigió al rey para que reconociese como heredero al infante. La alternativa era Juana, llamada la Beltraneja.

Quintanilla fue nombrado contador mayor y miembro del Consejo real, escribano mayor de Privilegios y Confirmaciones, alcalde mayor del Adelantamiento de Castilla y ejecutor de cuentas contra los morosos en el pago de tributos. Entre otras cosas fundó la fábrica de moneda de Medina del Campo.

Tras la muerte de Alfonso, Quintanilla volvió al lado de Enrique IV y concretamente se centró en el servicio de la princesa Isabel que, una vez reina, le colmó de honores. Tomó para la reina el formidable castillo de la Mota, frente a las pretensiones del marqués de Villena, y la ciudad de Ávila.

Invirtiendo su propio dinero en grandes cantidades consiguió para la corona las villas de Sepúlveda, Ágreda y Aranda de Duero, en discusión con la Beltraneja y codiciadas también por el marqués de Villena, favorito de Enrique.

Era un cortesano intrigante, un hábil diplomático y disponía personalmente de enormes sumas de dinero que volcó en hacerse con tropas y en ganar voluntades mediante sobornos, consiguiendo así que en 1473 Isabel entrase en Segovia, acompañada del cardenal de Toledo Alonso Carrillo, para tomar posesión de la ciudad y de su alcázar. Asimismo, en nombre de Isabel tomó Tordesillas por las armas en 1474, ciudad en la que estaba en posesión de casas principales, tierras y rentas diversas, con las que formó un mayorazgo que heredó Inés, la mayor de sus hijas.

A causa de la guerra con Portugal, Isabel y Fernando apenas disponían de presupuestos. Quintanilla propuso a los reyes «que imploraran subsidios del sentimiento religioso y de los magnates». Funcionó, el clero castellano cedió la mitad de la plata de las iglesias, por valor de 30 millones de maravedís, a reintegrar en tres años y los nobles opuestos a la Beltraneja formaron el ejército que rindió Toro y condujo al fin de la contienda.

Fue clave en la creación de la Santa Hermandad, la primera policía organizada del mundo, y en 1480 financió la conquista de Canarias, concediéndole los reyes la quinta parte de los esclavos, sebo, cuero y presas obtenidos en la conquista. También aportó diez mil hombres para la campaña de Granada.

En un documento de cuatro folios, escrito por Quintanilla de su propia mano y que se conserva en Simancas, plantea la realización del primer censo de España en el año 1493, aunque también se consideran otras fechas. Asimismo participa en la creación de un ejército permanente tras la toma de Granada.

Campoamor, en su poema titulado «Colón» pone en boca del almirante las siguientes palabras: «De nuevo a mi favor abren campaña / Luis Santángel y Alonso de Quintanilla / y a los pies de la reina me acompaña / la marquesa Beatriz de Bobadilla», y es que también se considera fundamental su papel en la empresa del descubrimiento de América.

Alonso de Quintanilla era un burgués y como tal participó en la pugna de los Reyes Católicos contra la nobleza, así que nunca quiso tener títulos como recompensa. Se retiró a Medina del Campo, donde creó en 1497 un mayorazgo para su primogénito, Luis, quien, después, se sumó al bando comunero.

Murió en Medina del Campo, en el año 1500. Asturiano al fin, en uno de sus textos aparece la primera cita conocida del juego de los bolos.