Demarato, rey de Esparta (515 al 491 a. C.), de la dinastía de los Euripóntidas, sucedió a su padre Aristón y fue conocido por su rivalidad contra Cleómenes, cuando éste intentó nombrar a Iságoras concejal de Musas de Atenas. Demarato perdió la pelea, fue desterrado y pidió asilo a Darío, rey de Persia. Tomaban un té en Babilonia, o en Ecbatana o no sé dónde, cuando Darío preguntó a Demarato: «¿Cómo es posible que siendo rey hayas consentido que te desterraran?»; y repuso el otro, resignado: «Porque en Esparta las leyes están por encima de los reyes». Rescato este hecho ante la facilidad con que, en Asturias, los reyes derogan leyes, o al menos normas: los salmones, más que desterrados, serán llevados a tierra, con mayonesa, y pronto lo serán los osos, con patatines; es como si los poderes legislativo, ejecutivo y judicial fueran uno, en escabeche.