El extraño encanto, visto desde 2012, del cine de Einsenstein, se convirtió ayer en el auditorio Príncipe Felipe en un experimento cultural multitudinario, un lujo y un éxito rotundo, con la exhibición de la película «Alexander Nevsky» acompañada en directo por el coro de la Fundación Príncipe de Asturias, la mezzosoprano Marina Pardo y la orquesta Oviedo Filarmonía. Detras de ellos, la maestría de Marzio Conti ajustó a la perfección la música original de Prokofiev a los planos y los diálogos de la copia original. El público regaló, tras el triunfo en pantalla de los rusos sobre los teutones, una larga ovación.

La proyección con música en directo del «Nevsky», organizada por la Universidad de Oviedo en colaboración con el Ayuntamiento, logró un lleno casi absoluto, con 1.395 personas, sobre un aforo algo reducido, pues 120 asientos habían sido marcados como de «escasa visibilidad». El éxito de la propuesta se pudo presagiar desde las siete y cuarto, cuando las colas para acceder al Auditorio, con entrada libre hasta completar el aforo, cruzaban ya la plaza de la Gesta de punta a punta.

Entre los protagonistas de la noche, junto a Conti, los responsables de la Universidad con el rector Gotor a la cabeza; el director del festival de cine de Sevilla, José Luis Cienfuegos, responsable de la parte cinematográfica; el alcalde Agustín Iglesias Caunedo, que presidió el palco de autoridades; la consejera de Cultura, Ana González, o la directora de la Fundación Príncipe, Teresa Sanjurjo, destacó también el arquitecto Rafael Beca. Era la primera vez que el responsable del edificio del Auditorio, doce años después de su inauguración, veía el foso abierto y en uso. Beca dijo, al salir de la proyección, que estaba «contento y satisfecho, aunque sea después de tanto tiempo». El arquitecto razonó que el trabajo que lleva desmontarlo y la mucha actividad que había tenido durante estos años el edificio podrían haber sido el motivo de que el foso no se hubiera utilizado hasta la noche de ayer.

La película, donde se narra la lucha del pueblo ruso, comandados por Nevsky para defender a la madre patria ante la invasión de los malvados teutones, provoca reacciones encontradas en un público que presencia una parábola aleccionadora de comunismo ortodoxo, puro y duro, una de las pocas películas de Einsenstein que no sufrió la censura, la favorita de Stalin. Y, también, momentos de emoción extrema como el coro del «¡Álzate pueblo ruso!». Conti hizo que todas las piezas encajaran y Prokofiev y Einsenstein pusieron el resto. No ya al servicio de Stalin, sino de la cultura.